La Fe ante las desgracias
A los devotos de la Virgen María
Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
“Mal comienza la semana para el que ahorcan en lunes”. Este refrán viene muy a propósito con lo que está pasando en México y en torno a lo que vendrá después, porque comenzó el año 2015 con una considerable alza al precio de la gasolina y otros combustibles; aumento que, inevitablemente, traerá una escalada en el costo de la vida y en los precios de muchos artículos de primera necesidad para el pueblo, sin hablar de los incrementos a impuestos y servicios que demanda el Gobierno.
Sin embargo, en sí, el problema no está en que se eleven los precios, sino en que el salario del trabajador no suba proporcionalmente y que cada vez sea más insuficiente y que no alcance siquiera para subsistir. Son ridículos los dos pesos de aumento al salario mínimo, que es el único que políticos y empresarios dicen que es inflacionario, cuando, a ciencia cierta, saben que la situación del pueblo pobre, o sea, la mitad de la población, será peor en este año, toda vez que habrá más hambre, enfermedades y desempleo.
Desigualdad pecaminosa
Si lo que gana el asalariado se compara con los sueldos, prestaciones, compensaciones, aguinaldos, viáticos, etc., que devengan los funcionarios públicos, se hace más patente y ofensiva la situación de injusticia y, por consiguiente, seguirá creciendo el descontento y el rechazo al Gobierno, que ya es casi generalizado en la actualidad. Por otro lado, la delincuencia organizada se desborda sin ningún freno; antes bien, con la connivencia y complicidad de algunas Autoridades, cuya consecuencia es una total impunidad y el auge de los asaltos, secuestros y asesinatos.
La paz está amenazada porque el hambre es mala consejera y porque no hay justicia. Viene muy bien a nuestra situación el dicho de San Agustín en su Libro La Ciudad de Dios: “Cuando los reinos se olvidan de la justicia, se vuelven bandas de ladrones bien organizados”.
Pilares de apoyo
Ante estos escenarios, cabe preguntarnos: ¿Quién podrá ayudarnos? ¿Quién podrá cambiar la mentalidad y la conducta de quienes detentan el Poder y de los demás líderes de la Sociedad?… Sólo Dios, Creador del hombre, que conoce las entrañas del corazón humano y tiene Poder infinito, puede auxiliarnos con su Gracia para revertir nuestra conducta, tan inclinada a la injusticia. Por eso hemos comenzado el año 2015 pidiendo a la Divina Providencia que nos asista y socorra, y seguramente lo hemos hecho con fervor a causa de la situación preocupante de nuestra Nación. También hemos celebrado, el primer día de enero, la Fiesta más importante de la Santísima Virgen María, la de su Maternidad Divina, su más grande prerrogativa y razón de ser de los demás privilegios que la adornan, y de su inmensa capacidad de intercesión ante Cristo su Hijo, que nada puede negarle.
Ahora bien, todos sabemos que la Virgen Madre de Dios ha escogido a este Pueblo de México como suyo, desde que se apareció en El Tepeyac y se dijo Nuestra Piadosa Madre. Su presencia amorosa es percibida, además, por el pueblo creyente a través de los innumerables Santuarios esparcidos por todo el territorio nacional, y que son centros de peregrinación y de oración constante, como por ejemplo, San Juan de Los Lagos, Zapopan y Talpa, en nuestro Estado; Ocotlán, en Puebla; Izamal, en Yucatán; Pátzcuaro, en Michoacán, y tantísimos más.
Así pues, la propuesta que quiero hacerles es muy sencilla, pero de grande eficacia en orden a remediar nuestra postración y conseguir la paz: consiste en que todos y cada uno de los católicos mexicanos nos comprometamos seriamente a orar con insistencia todos los días a la Santísima Virgen para que la Gracia de Dios nos cambie el corazón y nos haga transitar por los caminos de la justicia para poder llegar a la paz. Estemos seguros de que seremos escuchados, pues está de por medio la Palabra de Cristo Nuestro Señor: “Pidan, y se les dará; llamen, y se les abrirá; busquen, y encontrarán” (Lc. 11,9).
Que cada uno se comprometa seriamente a implorarle a Santa María por la paz de México recitando todos los días el Rosario o, al menos, algunos Misterios. y quien no sepa rezar el Rosario, que rece una Salve o el Ave María, o incluso, sin mediar fórmula alguna, que le hable desde el corazón a Nuestra Madre María para que nos ayude con su intercesión todopoderosa ante su Hijo Jesucristo, Rey del Universo y Señor de la Historia.
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