jueves, 8 de enero de 2015

Optimismo y Esperanza deben ser la premisa

¡Feliz Año Nuevo!


Sólo en el recuerdo queda la hermosa tradición de celebrar la Navidad con genuino espíritu religioso en el Templo y en el hogar. Pero es tiempo de afrontar la realidad y darle un cauce positivo desde la Familia.


La piñata


José de Jesús Vázquez Hernández


Aunque como suele decirse, “El horno no está para bollos”, puesto que el ambiente que permea en el ánimo de la mayoría de los mexicanos no es del todo esperanzador, pues a partir de los detonantes acontecimientos de la muerte y desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa y de una larga cadena de sucesos negativos que han mellado el aliento colectivo de nuestros compatriotas, de cualquier manera no hay que permitir que todas estas amenazas se conviertan en una deprimente realidad que haga totalmente nulos los buenos deseos de felicidad expresados con motivo de las Fiestas de la Navidad y el Año Nuevo.

Por lo tanto, esperamos que este lapso de las pasadas celebraciones decembrinas haya sido un oasis en nuestra vida; quizá un momento de nostalgia que nos haya remontado a los verdaderamente felices tiempos de nuestra niñez; pero, sobre todo, haya sido una etapa de reflexión, un espacio de buenos propósitos para mejorar nuestras relaciones personales y familiares, y en especial, dadas las circunstancias, un lapso para alimentar la esperanza de mejoría en este nuevo año que comienza.


Costumbres diluidas

Una vez más, hemos contemplado cómo se han extinguido los signos característicos de la Navidad para los cristianos, que fueron precedidos por el tiempo litúrgico del Adviento y sus cuatro domingos de preparación para la Navidad, incluyendo sus Fiestas que abarcan, según el vulgo, el “puente Guadalupe-Reyes”; es decir, del 12 de diciembre al 6 de enero, Fiesta de la Epifanía, que en estos días acabamos de celebrar.

De igual manera, cómo hemos visto extinguirse ya las luces y adornos de diferentes estilos, y cómo han comenzado a disminuir los esplendores de los árboles navideños, y de los Nacimientos instalados en las iglesias y en algunos hogares.

Cómo quedó atrás el Novenario de las famosas Posadas de los Templos, a donde acudieron niños y niñas vestidos de pastorcitos, portando panderos, báculos y güíjolas, caminando entre rezos y cantos de villancicos, con la sana alegría reflejada en su inocencia, aunque con la intención de al final participar en alguna piñata y recibir el famoso bolo.

Cómo, también, atestiguamos las otras “posadas”, que más que recuerdos del peregrinaje de Jesús y María, fueron reflejo del consumismo de diversos productos; meras reuniones sociales o familiares, donde abundó el consumo de bebidas etílicas, a veces con resultados funestos, y que igualmente han empañado el sentido auténtico de la fiesta navideña que conmemora el Nacimiento del Hijo de Dios.


Retos para nuevos bríos

No obstante, unos de una manera, otros de forma diferente, todos, o casi todos, pudimos seguramente vivir este remanso del tiempo navideño, a pesar de las mencionadas crisis de la violencia, de la inseguridad, de la desigualdad, de la corrupción, de la impunidad, de la baja del petróleo, de la caída del peso, del alza del dólar, de la efervescencia política y de la abundancia de malas noticias, que nos agobiaron y nos hicieron perder el rumbo al final del año pasado.

Mas hoy, al recibir este nuevo año, con alegría cristiana podemos mostrar nuestra caridad, más que con palabras, abrazos y regalos, con verdaderos hechos de afecto, con tolerancia, con actitudes generosas y de respeto; con manifestaciones que contribuyan a crear una atmósfera de paz interior, una paz que se comunique a nuestro alrededor, empezando por el hogar, y que ayude a restaurar la tranquilidad social que todos anhelamos, con tal de que realmente este 2015 sea, Dios lo quiera, un año mejor en todos los órdenes.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario