jueves, 15 de enero de 2015

¿Hasta dónde la libertad de expresión?

Tema en el ojo del huracán

La libertad de expresión extrema


140487-01-02


Luis de la Torre Ruiz

México, D.F.


La libertad de expresión, ¿tiene límites? Y si tiene límites, ¿dónde está la libertad? ¿Puede hablarse de libertinaje en cuanto nos referimos a una opinión contraria a nuestra ideología o modo de pensar? Voltaire decía: “No estoy de acuerdo con tus ideas, pero daría la vida por el derecho que tienes a expresarlas”. Yo no estoy de acuerdo con muchas opiniones de Voltaire, pero respeto muchísimo su lucidez y su valor para decir las cosas.

Esto viene a colación por el reciente atentado de los yihadistas musulmanes a la Redacción de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, donde diez directivos y dibujantes fueron asesinados a sangre fría en su mesa de juntas de redacción, al grito de Allahu Akbar (Alá es grande). La revista estaba amenazada desde 2006, cuando reprodujo una caricatura publicada el año anterior en el periódico danés Jylland Posten, que ponía a Mahoma tapándose la cara y lamentándose: “Qué duro es ser amado por estúpidos”.

El tema es de un extremismo religioso que dificulta el discernimiento y la objetividad para distinguir entre la bondad del Corán y su interpretación fundamentalista. El pesar y el duelo no se hicieron esperar en las mezquitas francesas (hay casi cinco millones de musulmanes en Francia), y los Imanes condenaron el atentado sea quien fuere el culpable: “Los que han lanzado un asalto a nombre del Islam, no son musulmanes”, agregando, respecto a Charlie Hebdo: “Esa gente nos ha atacado con la pluma. Nuestra respuesta debe hacerse con nuestra pluma”. Pero es el caso que la masacre se ha perpetrado a nombre de Alá. Y no son pocas las amenazas de muerte y violencia predicadas por dirigentes islamistas, como la que hizo el clérigo estadunidense de origen yemení, Anual al Aulaki, quien dijo, sin pelos en la lengua, a raíz de la publicación de la caricatura de Mahoma: “Lucharemos, instigaremos, pondremos bombas y asesinaremos por el Profeta”.


Matices para reflexionar

La confusión de los tiempos no nos deja discernir con claridad el actual enfrentamiento entre el Islam y la cultura occidental. Por más que el Papa Francisco trata de hermanar las religiones monoteístas, éstas se resisten a la total aceptación de la otra creencia. La Iglesia Católica es evangelizadora: América, India, África, China, Oceanía… Su Evangelio es el Amor. ¿Los errores?: Las Cruzadas… La Inquisición… el individualismo. El Islam considera infiel a todo aquel que no mira hacia La Meca, y lo ve como enemigo. Pero son tantas las interpretaciones de su fe, que van desde la más tolerable hasta la más abominable, como Al Qaeda y el Estado Islámico. El judaísmo no deja de creerse el pueblo elegido. La paz entre esas tres maneras de creer en la Revelación de un solo Dios verdadero ha sido irreconciliable, especialmente entre musulmanes y católicos (desde la Hégira, 622 d.C.), y entre musulmanes y judíos desde la creación del Estado Judío (1948).

Europa ha dejado de ser católica, y cristiana en gran parte. Francia, considerada la hija consentida de la Iglesia, salió libertina, y a partir de su Revolución se consagró como la nación adalid de los Derechos Humanos. Ahora se enfrenta a la incongruente realidad de esos derechos al verse envuelta en una guerra entre civilización y barbarie. Como país de la Libertad, Francia se ve obligada a respetar los derechos de los emigrantes musulmanes, y más aún, de los nacidos en su territorio. Y esa situación está muy bien aprovechada por la compenetración impermeable del Islam en su vida diaria.

En París, Charlie Hebdo representa el espíritu de la libertad democrática: la capacidad para escribir, dibujar y publicar de todo, aunque sean provocaciones extremas, sin detenerse en la vulgaridad y la grosería más pedestre, provocando peligrosa e innecesariamente el aspecto religioso. Charlie Hebdo gustaba de jugar con cerillos en una gasolinera o junto a un paquete de dinamita. Charlie Hebdo no se midió para ridiculizar a Mahoma, a Jesucristo o al Holocausto. Gozaba de la libertad absoluta en un país que se proclama defensor y exaltador de toda la libertad, la igualdad y la fraternidad de los hombres. La única religión respetada por Charlie Hebdo es la religión de la República: el laicismo.

Sí, suena muy heroico. Pero volvemos a los límites de la libertad. ¿O acaso, para que sea libertad, no debe haber límite alguno? Allí está la cuestión. Y la respuesta. Charlie Hebdo se extralimitó. Provocó una reacción letal en la parte ofendida. Ya se había extralimitado metiéndose a fondo a ridiculizar la Fe Católica con aquella caricatura en la que se goza con poner grotescamente a Dios Padre follado por el Hijo, y a Éste, metiéndole en el trasero el triángulo del Espíritu Santo. ¿Se puede concebir algo más vomitivamente iconoclasta? ¿Qué uso de la libertad es ésa? ¿Acaso no está provocando la más violenta de las reacciones entre un mundo creyente?

Pero Charlie Hebdo no tuvo reacción católica en contra por aquella abominable mamarrachada. Y se confió. Sólo que no contaba con la astucia musulmana, fundamentalista si se quiere, pero herida en su Fe.


Una cosa es una cosa…
Hoy vienen los lamentos y se rasgan vestiduras. Y Francia entera se manifiesta herida en sus más caros valores: el derecho a burlarse y ridiculizar hasta el extremo lo más sagrado de una iconografía religiosa. Cuatro millones de franceses, presididos por 50 representantes de Estado, hacen una marcha de duelo pregonando “Yo soy Charlie Hebdo”. Y la pretensión es que en todo el mundo occidental se diga: “Yo soy Charlie Hebdo”.

Lo siento. Estoy con la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero Yo No soy Charlie Hebdo, aunque mi oficio es ser caricaturista. Creo en el respeto a los demás. Creo en los otros hasta donde respeten mis propias convicciones. Ya en México hemos tenido varias muestras de esa libertad de expresión llevada al extremo, con motivo de una Exposición de Pintura en el Museo de Arte Moderno: La Virgen de Guadalupe, desnuda. La protesta no se hizo esperar. Sin violencia, pero la Exposición fue clausurada.

El compañero Rius (que fue Seminarista) se ha dado el lujo de publicar varios libros a base del simplismo de sus monos tratando de desfanatizar a los católicos, cuestionando Dogmas y Doctrina de la Iglesia. Sus ataques no han pasado a mayores, y la Iglesia sigue tan campante.

No faltan en México caricaturistas que gustan de ser protagonistas como liberales e inteligentes y usan su lápiz como estilete contra la Fe. Se adornan. Reciben el aplauso de algún corifeo; pero al final sus ataques son inocuos. Y aunque a veces se recrean por los senderos de Charlie Hebdo, no llevan la sangre al río.

La caricatura es eso: irreverencia, ironía, burla; extrema los defectos, cauteriza la hipocresía, ridiculiza el poder, rompe y rasga; es inmediata, sintetiza y da en el centro de la corrupción. Es una voz necesaria que alerta a la Opinión Pública. Es el alivio de la risa y la reflexión de la sonrisa. Es un don. Pero no debe ser usada para pisotear la Fe y el derecho de los demás.


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