jueves, 8 de enero de 2015

El gran valor del Arte Sacro

En el descuido


Luis de la Torre Ruiz

México, D.F.


notre dameEl pasado mes de octubre, el Sacerdote tapatío Tomás de Híjar Ornelas, Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara, dictó una Conferencia en la Ciudad de México, invitado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, para exponer ante un público interesado en el conocimiento y la conservación del Arte Sacro en este país, el descuido y la indiferencia, por no decir el abandono a su suerte, del estado en que se encuentra, en general, el riquísimo patrimonio virreinal. La responsabilidad está en la parte alta, tanto del Instituto de Antropología e Historia, como en la Jerarquía de la Iglesia Católica Mexicana.

Pero no se trata de rasgarse las vestiduras ni de prolongar un lamento histórico, por demás inútil, que derrama lágrimas de impotencia ante el vandalismo liberal masónico de la Reforma Juarista, que en su odio a la cultura colonial no se conformó con la derrota de los conservadores y la obtención absoluta del poder político, sino que arrasó Conventos, Capillas y Templos que contenían otros valores agregados: arte, belleza, historia. La estulticia contra el orden. La picota contra el monumento. El hombre contra el hombre.


Carencias elementales
En su intervención, el Padre Tomás de Híjar hizo hincapié en que no existe en México una legislación actual sobre Arte Eclesiástico ni criterios sólidos ni personal muy competente ni establecimiento de Escuelas de Arte Sacro, de Música Sacra y de Archivística Eclesiástica. No existe una legislación que cuide escrupulosamente el auténtico espíritu del arte religioso y no permita desviaciones hacia el feísmo o la modernidad, como sucedió con la Basílica Nacional de Santa María de Guadalupe, que más parece por fuera un supermercado, y por dentro está llena de lámparas a lo Vips. Es tan sólo el fervor inconmensurable del guadalupano y la siempre hermosa imagen de la Virgen en el ayate, lo que mantiene en pie la Fe del recinto.

Claro, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez no era un Gaudí, ni siquiera un Luis Barragán. Y qué decir del retablo de la Catedral de Zacatecas, encomendado al Escultor Javier Marín, que deja pasmada a la gente, no precisamente por su espiritualidad, pues sus “monos” han alejado de ese Templo a muchos sencillos orantes. Todo ello, por la falta de una legislación, de una vigilancia celosa de lo que es el Arte Sacro.


Sí hay pautas antiguas

Y es que ni siquiera se tomó en cuenta lo asentado en el Concilio Vaticano II: “Manténgase firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa”.

El Arte Religioso tiene la virtud de sensibilizar el alma. Es como ver orar a la piedra y elevarse el espíritu por columnas, cúpulas y torres. Una talla en piedra o madera nos muestra el dolor o la beatitud, y una pintura, la glorificación del color. Nadie, con sensibilidad, queda ajeno ante la belleza del Arte Religioso, sea o no creyente.

Federico García Lorca, paseando por la Ciudad de León, España, acompañado de varios amigos, al pasar por la Catedral dedicada a la Virgen del Dado, después de admirar su gótico exquisito que compite con la de Burgos y lleva el sello del gótico francés, el de Amiens, Chartres, y Notre Dame, quedó cautivado en su interior; tanto, que sus acompañantes siguieron adelante en su recorrido por la ciudad mientras Lorca permaneció un buen rato ensimismado por la espiritualidad y el silencio que encerraba aquella nave iluminada por los vitrales más bellos que se conocen.

Mario Vargas Llosa, amante del París de fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta, donde nació su vocación literaria, gusta de regresar y recorrer aquellos sitios donde conoció a Sartre, a Camus, a Breton… París se ha modernizado; pero, para Vargas Llosa, en algo no ha cambiado. Notre Dame sigue allí, intacta, idéntica a sus recuerdos de hace cincuenta y tantos años. “Desde que era joven -nos dice-, me hacía bien ir a dar un paseo alrededor de Notre Dame cuando tenía un amago de desmoralización… y nunca me falló… y la receta me sigue funcionando todavía. Contemplar Notre Dame, por dentro y por afuera, por delante, por detrás o por los costados, sigue siendo una experiencia exaltante, que me disipa los malos humores y me devuelve el amor a las gentes”…

Se trata, pues, de conservar lo que queda del formidable legado de Arte novohispano y de vigilar las nuevas aportaciones. ¿Quiénes son los primeros guardianes de estos tesoros? Los responsables directos del patrimonio eclesiástico -insistía el Padre De Híjar-; son los señores Obispos, con las Autoridades culturales del país. El Presbiterio Diocesano mexicano asciende a unos 17 mil Sacerdotes, y no hay entre ellos alguno que tenga un Doctorado en Historia del Arte, Archivística Eclesiástica o Música Sacra”.

La intervención del Padre Cronista tapatío, ¿será tan sólo una voz en el desierto?


No hay comentarios.:

Publicar un comentario