jueves, 8 de enero de 2015

Muy devotos de la imagen… la propia

¿Qué nos espera en las Campañas?


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Mtro. Jorge Enrique Rocha Quintero


Uno de los vicios más recurrentes entre los integrantes de la clase política mexicana moderna es la devoción por el cuidado de su imagen pública, que generalmente no corresponde con su manera de proceder y de gobernar; es más, parece que un político exitoso es aquel que logra labrar una buena imagen, a pesar de tener un pésimo desempeño gubernamental. Quizá uno de los ejemplos más extremos que representa esta tendencia es el del ex Alcalde de Iguala, José Luis Abarca.

Tanto en el caso de los estudiantes desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa como en otros asuntos ligados a la violencia y la inseguridad en el país, podemos encontrar diversos signos de que muchos políticos están más preocupados por mantener intacta su imagen que por resolver los graves problemas públicos. Se ha propagado una errónea y falsa idea de que gobernar bien significa conservar una buena imagen y desarrollar una eficaz estrategia política de comunicación. La expansión de estas creencias favorece, sobre todo, a tres grandes actores sociopolíticos: a los poderes fácticos, que logran que los gobernantes actúen prioritariamente en favor de sus intereses mientras se dedican a conservar su imagen; a los mercadólogos políticos, que se convierten en los asesores de cabecera de las Autoridades; y, por supuesto, a los propios políticos, que no trabajan en pro del bien común, pero que se mantienen en puestos públicos porque propagan una falsa imagen positiva de su persona.


Entre la faramalla y lo ideal

Esta tendencia tiene como una de sus peores consecuencias el que la clase política se convierta en “personajes” y “marcas” vendibles con contenidos intercambiables; es decir, en envases vacíos, rellenables con cualquier discurso adaptable al auditorio en turno, y con ello se deja de lado su constitución de servidores públicos que deberían ofrecer programas y proyectos de gobierno consistentes, con diagnósticos, orientaciones y propuestas de solución a los problemas. Los primeros son políticos fabricados para ganar elecciones; los segundos, serían los formados para gobernar y resolver problemas públicos. Abundan aquéllos; escasean éstos.

Los políticos que aspiran a tener cargos públicos han olvidado la vieja pero todavía efectiva fórmula para extender su vida política por largos períodos. La mejor y más contundente estrategia política de comunicación es un buen ejercicio de gobierno; por el contrario, ni la mejor imagen o comunicación política son capaces de sostener por mucho tiempo un mal desempeño gubernamental.

Creer que esto no funciona todavía, tiene como presupuesto que los políticos supongan que todos los ciudadanos somos incapaces de darnos cuenta de lo que pasa en el espacio público, cuando, sin duda alguna, tan sólo en este último lapso del año que acaba de finalizar, nos hemos dado cuenta, y así se lo hemos dado a conocer a los políticos gobernantes, que muchos mexicanos somos más críticos y estamos más dispuestos a exigir y a ejercer nuestros derechos, de lo que ellos y sus asesores expertos en mercadotecnia política pensaban.

Así pues, ese culto a la imagen lleva, a la mayoría de los miembros de la clase política, a desarrollar más su presencia personal que a crear un proyecto de servicio a los que pretende gobernar; se fija más en el perfil que sacarán en la foto, que en las ideas que va a desarrollar; tiene su empeño en vestir con marcas prestigiadas, más que en cultivarse para mejorar su desempeño en la administración pública; es decir, aunque dice estar a favor de la democracia, por la vía de los hechos la única doctrina en la cual cree y practica es la imagen-cracia.


Gato por liebre

Otro de los problemas derivados de estas falsas creencias es que transfieren la estrategia del desarrollo de la imagen personal al desarrollo de la imagen gubernamental que, repito, provoca que los gobiernos se vuelvan devotos de lo que se diga o se critique de ellos. Es más, se extiende la idea de que mostrar una buena imagen de gobierno es la llave para que vengan las inversiones privadas extranjeras, que también es otra de las creencias y ortodoxias de los neoliberales, quienes siguen pensado que ésta es la única vía que nos llevará al desarrollo. Quizá, más bien, nuestro país sea la prueba empírica más contundente para desdecirlos, ya que más de 30 años de políticas neoliberales han arrojado como saldo una mayor pobreza, más desigualdad, explotación y expropiación de recursos naturales; una democracia precaria y un profundo problema de inseguridad pública e impunidad.

Por tanto, es un imperativo para resolver los múltiples problemas sociales que nos aquejan, el dejar de lado este culto a la imagen política y volver la mirada a la realidad social para proponer soluciones viables, a pesar de que éstas afecten los intereses de esos pocos que han sido favorecidos por estas tendencias durante tanto tiempo.


Correo electrónico:
jerqmex@hotmail.com


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