jueves, 29 de enero de 2015

Nuestro Santo tapatío

Un Santo de gran carácter

Centenario de San David Galván


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Cardenal Juan Sandoval Íñiguez

Arzobispo Emérito de Guadalajara


Este viernes 30 de enero se cumplieron 100 años del Martirio del Padre David Galván Bermúdez, uno de los Mártires que fueron canonizados en Roma, en la Basílica de San Pedro, el 21 de mayo del Año Santo 2000, por el Papa Juan Pablo II, hoy Santo, y que se les adelantó a todos en el tiempo en derramar su sangre por Cristo.

Se trata de un Santo Mártir tapatío por los cuatro costados, pues nació, vivió y murió en Guadalajara. En él, podemos admirar los designios de la Providencia de Dios, que lo tenía destinado para Mártir y lo dotó de un carácter singular, que había de ser el camino para su martirio: era atrevido, pendenciero, generoso y servicial… todo un carácter. El pueblo católico de Guadalajara siempre le ha tenido particular devoción, pues desde antes de ser canonizado, ya acudía a rezar a la tumba que guarda sus restos en el Templo gótico de Nuestra Señora del Rosario, por el rumbo del Hospital Civil, al que comúnmente llama la gente el “Templo del Padre Galván”, en el populoso Barrio de El Retiro.


Algunos datos biográficos

Nació en esta Ciudad Capital de Jalisco el 29 de enero de 1881. Cuando tenía tres años de edad quedó huérfano de madre y se crió con su padre y una madrastra. Fue acólito e infante del Coro de la Catedral Metropolitana, pues tenía buena voz. En 1895, cuando contaba con 14 años de edad, ingresó al Seminario Diocesano de Guadalajara, pero después de cinco años lo dejó, o tal vez le aconsejaron que lo dejara, pues su comportamiento disipado y pendenciero no daba esperanzas de que sería un buen Sacerdote. Ya fuera del Seminario, se dedicó a dar clases, trabajó como zapatero y se buscó una novia, a la que una vez golpeó, y fue por eso a dar a la cárcel, de la cual salió mediante el pago de una multa.

Sin embargo, andando en el mundo, persistían en él las raíces profundas de su formación cristiana en la niñez, pues no pasaba día en que no visitara el Santísimo Sacramento y a la Virgen de Zapopan. La oración insistente le aclaró el camino de su vocación y regresó al Seminario de Guadalajara, ahora sí totalmente convertido; su vida había dado un vuelco total. Los Padres Superiores dieron de él este testimonio escrito: “Tras su conversión, despreciaba las cosas del mundo; mostró ser una persona constante en las situaciones duras y adversas”. Se ordenó Sacerdote en 1908, en el Templo de La Soledad (ubicado entonces en la actual Rotonda de los Hijos Esclarecidos de Jalisco) a los 27 años de edad. Durante seis años fue Maestro del Seminario y, al mismo tiempo, Capellán del Hospital San José y del Orfanatorio La Luz. Como Sacerdote, acrecentó su devoción a la Santísima Eucaristía y a la Virgen María; se preparaba a celebrar la Misa con una hora de oración ante el Santísimo.


Su martirio

En julio de 1914, las tropas carrancistas ocuparon Guadalajara, persiguieron y maltrataron a los Sacerdotes, profanaron y confiscaron templos y otras fincas de la Iglesia, tales como el magnífico edificio del Seminario, que después fue sede de la XV Zona Militar, así como el Palacio Episcopal, ahora Palacio Municipal del Ayuntamiento. Para alejar al Padre Galván de la Persecución, lo destinaron a Amatitán, pero allá fue hecho prisionero, acusado de incitar a la rebelión. Primero lo llevaron preso a Ameca y luego a la antigua Cárcel de Escobedo, aquí en Guadalajara, de donde salió libre en diciembre de 1914.

Por ese tiempo, las calles y los alrededores de esta ciudad se habían convertido en campo de continuas batallas entre villistas y carrancistas, y el Padre Galván salía a confesar a los heridos en medio de las balas, sin importarle el peligro. El sábado 30 de enero de 1915, los villistas atacaron una vez más a los carrancistas, que ocupaban esta importante Plaza. Por la mañana, muy temprano, el Padre David invitó a un Sacerdote, Rafael Zepeda, a que lo acompañara a administrar el Sacramento de la Confesión a los heridos, pero éste, temeroso, se negó diciendo que él no era el Párroco y que no tenía esa obligación.

A ello, el Padre Galván contestó: “No es por obligación, sino por caridad”; frase que lo retrata fielmente. Pasando luego frente al Templo de La Soledad, donde se había ordenado siete años antes, se encontró con el Padre José María Araiza, quien aceptó acompañarlo a confesar a los caídos, pero al transitar junto al Cuartel, los detuvieron los militares al mando del Teniente Enrique Vera, a quien el Padre Galván le había arrebatado una joven honesta, que este militar, hombre casado, pretendía raptar y seducir. Llegaba, pues, la hora de la venganza para aquel mílite corrupto, el cual dispuso fusilar a los dos prisioneros. Serían las 10 de la mañana cuando el Padre Araiza le comentó al Padre Galván, con cierta ingenuidad, que aún no se habían desayunado, a lo que el Padre David respondió con franco humor: “No importa; nos vamos a comer al Cielo”.

Lo fusilaron a las 12 del día, junto al muro del lado Oriente del Hospital Civil. Murió de pie, no quiso que le vendaran los ojos, y apuntando con la mano, les dijo a los soldados que le dispararan al corazón y no a la cara. Cuando estaban para fusilar al Padre Araiza llegó la orden de liberarlos, pues unas personas piadosas habían pagado el rescate; pero ya el Padre Galván Bermúdez era Mártir y “se había ido a comer al Cielo”.

Murió este Sacerdote joven al día siguiente de haber cumplido 34 años de edad; fue Mártir de la honestidad y de la santidad del matrimonio, como San Juan Bautista. Y, porque estaba predestinado al martirio, Dios lo dotó del carácter que lo habría de llevar a ser Mártir: suficiente valor como para encarar a un militar y quitarle la presa en tiempos de persecución; arrojo y celo generoso para auxiliar heridos en medio de la refriega. Fue Sacerdote joven que vivió una conversión profunda por su Amor a Dios y a la Virgen Santísima de Zapopan, a quienes siempre buscó en la oración. Sacerdote virtuoso, que amó al prójimo, entregándose al ministerio con generosidad: “No por obligación, sino por caridad”.


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