jueves, 22 de enero de 2015

El Reino se realiza cuando amamos

Juan López Vergara


El Evangelio que nuestra Madre Iglesia dispone para hoy en la Eucaristía presenta un sumario inicial del ministerio del Señor, que determina el esquema de la obra del Evangelista San Marcos, y la narración de la vocación de los primeros discípulos, cuyo núcleo radica en el “seguimiento” de Jesús (Mc 1, 14-20).


“Tanto amó Dios al mundo…”

Después de la detención del Bautista, Jesús se fue a Galilea y comenzó a proclamar el Evangelio de Dios: “Se ha cumplido el tiempo, y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (vv. 14-15).

San Marcos esboza en dos líneas el núcleo del Mensaje: “Se ha cumplido el tiempo, y el Reino de Dios ya está cerca”. Esto supone una continuidad que enlaza las etapas del designio divino que culmina con el arribo de Jesús inaugurando la Era mesiánica: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo” (Ga 4, 4).

La manifestación del Amor de Dios se patentiza en su solidaridad con el hombre, “porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).


Jesús mismo es el Reino

“Conviértanse y crean en el Evangelio”. La aceptación libre y gozosa de la Buena Nueva nos permite participar del Reino, que se hace presente en Jesús. Por eso, el Historiador Orígenes se refiere a Él como “autobasileia”, ya que en el Misterio de la Persona de Jesús se encarna el Proyecto de Dios: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí” (Jn 14, 6).


Seguir a Jesús significa

hacer el Bien

El Evangelista enseguida del sumario muestra la vocación de los primeros discípulos como ejemplo de conversión, de adhesión activa al llamado de Jesús, quien les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” (vv. 17-18).

El llamado de Jesús contrasta con el de los Rabinos de la época, que no iban en busca de discípulos, sino que eran éstos quienes buscaban al Maestro. En las escuelas rabínicas, además, la doctrina ocupaba el primer puesto; en el seguimiento evangélico, en cambio, el hecho esencial radica en la propia Persona de Jesús.

A través del texto griego, literalmente leemos que el Señor dice: “Vengan tras de Mí”, expresión que entraña una invitación a participar de su destino: desprendiéndonos de todo (compárense v. 18 y 20 con Mc 10, 21); dispuestos hasta el sufrimiento y la Cruz, “llamando a la gente, a la vez que a sus discípulos les dijo: ‘Si alguno quiere venir tras de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’” (Mc 8, 34).

Vayamos tras Jesús, decididos a recorrer su mismo camino, y como Él, pasar por el mundo “haciendo el Bien” (Hch 10, 38); convencidos de que allí donde vivimos el amor, que es la Voluntad de Dios para con nosotros, se realiza el Reino.


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