jueves, 15 de enero de 2015

EDITORIAL

Diferencias que son sinrazones de violencia


En los últimos días han surgido acontecimientos dolorosos y difíciles de darles una explicación contundente. La unilateralidad puede olvidar la contraparte. La violencia, flagelo de la Humanidad, se ha multiplicado, así como las exclamaciones de asombro y las interrogaciones: ¡Ataques terroristas! ¡Defensa desmedida! ¡Terrorismo de Estado! ¡Fundamentalismos y reacciones excesivas!

Pero, ¿Se habrán olvidado ya los Derechos Humanos más elementales? ¿Justificar la libertad de expresión a ultranza, es justo? ¿Se han borrado ya las fronteras inviolables del respeto a los demás?

Ciertamente, ante los ataques y riesgos de cada día, el mundo se siente cada vez más frágil y vulnerable; experimenta el miedo y el dolor muy cercanos. Las conductas “alocadas” de defensores contumaces de maneras de creer, pensar y obrar, amenazan con clausurar el derecho de expresión y de libertad de quienes lo hacen de manera diversa. Se dice que son unos cuantos los que rechazan la tolerancia y se niegan a admitir las verdades de los demás; pero…

Francia, en días recientes, estuvo en los ojos del mundo al sufrir ataques terroristas que segaron vidas y suscitaron multitudinarias manifestaciones contra lo que consideraron ataques a la libertad de expresión. Sin embargo, mirando la contraparte, hay que comprender que hubo gente que se ha sentido ofendida en sus valores más íntimos, pues considera que esa libertad, aunada al respeto, son dones y obligaciones de ida y vuelta; que nunca deben ser concesiones para una sola facción.

La cultura de la comunión, de la tolerancia y el respeto nos pide no fijar la mirada sobre lo que nos divide, sino multiplicar lo que nos une. Por tanto, hay que tratar de conocer mejor las razones y motivaciones del enojo de los ofendidos. ¿Hasta dónde nuestros derechos dan permiso de no contemplar las razones de otros? La tarea es ser conscientes de quienes sufren marginación y agravios en sus raíces religiosas, culturales, o muy particulares modos de pensar.

Detrás de estas agresiones al que piensa distinto, están siempre la soberbia y el egoísmo. Hay derechos ajenos que son conculcados, como también extralimitaciones expresivas del poder, del dinero o de las diferencias de las religiones, que a unos hacen intolerantes, y a otros incapaces de la comunión, sobre todo en ciertos segmentos extremos de la población.

Sin embargo, entre los alternos modos de pensar, es necesario aceptar a quien tiene una visión o una posición desigual e incluso contraria a la nuestra.

No es buen principio, cuando de antemano subrayamos o atacamos las diferencias de los demás, decir que avalamos la tolerancia o pretender exigir el diálogo. Sobre todo en las religiones, esto debe manifestarse como una forma de convivencia ante los valores espirituales, y tratar de evitar las discrepancias mutuas entre quienes profesan creencias ajenas.

En el ambiente de estos días, en que se enmarca el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, el Papa Francisco nos ayuda a reflexionar poniendo el dedo en la llaga de nuestras divisiones, al decir:

“Durante su camino en la Historia, la Iglesia ha sido tentada por el Maligno, que trata de separarla, y lamentablemente, éste ha estado marcado por separaciones graves y dolorosas… Las razones que han llevado a las fracturas y a las separaciones pueden ser las más diversas: desde divergencias sobre principios dogmáticos, morales, concepciones teológicas y pastorales diferentes, hasta motivos políticos, de conveniencia, e inclusive debates por antipatías y ambiciones personales…”

Con todo, los senderos que conducen a la violencia podemos superarlos de una forma llana que nos ofrece este Octavario, al proponernos un camino sencillo que empieza con crear conciencia sobre lo que creemos y necesitamos, y tiene tres pasos subsecuentes: la denuncia, la renuncia y el testimonio.

Hay que aprender a proclamar que Dios, que nos ha creado a su imagen, quiere la unidad en la diversidad. Hay que aceptar que Dios nos creó diferentes, pero que por ningún motivo debemos asumir esas divergencias como motivo de enfrentamientos. Hay que denunciar las situaciones y discriminaciones injustas, pero sabedores de que no basta señalar las injusticias, sin un verdadero testimonio, con hechos, de que no hemos renunciado a la exclusión de los demás.


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