jueves, 15 de enero de 2015

La gente tiene la palabra

Texto y Foto: Luis Sandoval Godoy


1452-2 (2)316- Como agua para el chocolate
¡Ah, qué Toño Rodríguez!, con razón le llama la gente con ese apodo bien raro, El Voyquesí, porque según eso, tú no pierdes palabra, no equivocas gesto, no sueltas el visaje.

Pero se me hace que aquí se te fue una, porque lo que dice la gente va por otro lado; más bien se oye decir que en esto hay que pedir las cosas claras y el chocolate espeso.

O, en todo caso, aceptar la expresión como un diferente modo de darle vueltas a un incitante, aromático y delicioso tazón de chocolate, donde el agua está como debe de ser.

Detalles y exigencias que tienen su razón de ser y así se han de acomodar todos los actos de nuestra vida: agua bien caliente y luego el regalo de aquel espumado chocolate.


317- Como anillo al dedo
Pequeñeces y melindres: si no ajustamos nuestra vida a las estrictas y rigurosas normas de los Mandatos divinos, mal andaremos y no habrá anillo a la medida de nuestro dedo.

Pero, ¿qué diferencia puede haber en lo que se requiere para ajustar en su dedo el anillo de Bodas de Juana o Juan? Pues fíjese que sí, don Adolfo, aquí no existen concesiones.

Hay que obedecer, cumplir, observar las Leyes y saber que el Árbol del Bien y del Mal, como en el Paraíso, tiene sitio en nuestra vida, y hay que ajustarnos a lo que fue mandado.

Así, cuando rindamos la cuenta eterna, pondremos cara de gozo, y en una inmensa y celestial felicidad, haremos que el anillo de la ventura venga exactamente a nuestro dedo.


318- Cómo jorobas
¡Cómo como!… Como comes, y la preposición se confunde con un adverbio de modo, admirativo en este caso, para reclamarle al popular amigo a quien llamamos El Becerro.

El compañero éste, con fisonomía fresca y rozagante, da a pensar en un ternero que se asoma a la vida, o según dijo el Poeta López Velarde en aquello de los “recientes resentales”.

El caso es el de un cómo que va a la palabra de doble sentido, que dice la gente al hablar del que fastidia, provoca enojo y pesa sobre la espalda como una pesada joroba.

Diablillo malicioso, este mencionado Becerro está diciendo una palabra, por no decir la otra que tiene sitio repetido y común en las pláticas populacheras que empleamos los chamacos.


319- Como la Azuela, nomás para acá
¡Huy!, cómo guardo el recuerdo de mi abuelito Nazario y el gusto de oír su plática mientras se ponía a cortar unos palos y formaba la pila en que daba de comer a su vaca.

Sacaba el escoplo, un formón que él decía, las alicatas y la azuela, mientras iba torciendo su cigarro de la mañana: la hoja bien lamida, un surco de tabaco, y quedaba listo.

Las herramientas de mi abuelito tenían su aplicación y eran de uso ordinario, como la azuela, que a la fecha es casi desconocida en su forma, su uso y sus enormes servicios.

Digamos, como un pequeño azadón a mano, encorvada su figura para cortar, raspar y pulir, en ademán siempre a la persona, como quien quiere y busca todo de allá para acá.


320- Como la milpa de tío Gil: anega por anega

Hay que decir que éste es un invento que salió de los dichos de la gente, mencionando a un tal Gil como si hubiera sido un tío de este prójimo, lo cual nunca sucedió.

Lo que sí sucedió, y esto es lo triste en los recuerdos de tiempos lejanos y en algunos lugares: el cultivo de la tierra, que en modo rudimentario ofrecía el más escaso resultado.

En el Evangelio se habla de quien cosecha al ciento por uno: una porción de semilla y cien porciones de aquel mismo grano, que luego el sembrador podía llegar a almacenar.

Pero acá, éste que dicen mi tío, donde sembró su anega apenas recoge una pobre anega. Así en negocios que no se llevan con el acierto y diligencia del que busca un buen logro.


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