jueves, 15 de enero de 2015

ASOMARTE

Un diálogo virtual


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Daniel León Cueva


A más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, la palabra se torna aterida, embozada, inaudible… Es mejor no hablar. En todo caso, contemplar y admirar el gélido reino de las alturas; “donde anidan los cóndores, donde el cielo es azul”, y no resta sino amortajar el cuerpo hasta casi silenciar el pensamiento.

Bueno, eso le ocurre a uno allá arriba en la montaña, y sobre todo en fechas del Invierno, así sea en este distante escenario desde la Cordillera de Tapalpa, algo lejos y muy debajo de los Colosos Colima.

…Allende el Nevado, el protuberante Volcán comenzó a vociferar las alertas de su entraña. Sus señales de humo y de ceniza son el más antiguo y elocuente modo de pregonar su esencia y su potencia. Es el léxico del magma, que bulle ardiente en confinados sótanos a la procura de un escape. Y parece reclamarle lo callado a su gemelo, más enhiesto, más altivo.

Pero éste tiene un habla más remota y más brillante. Se le atribuyen miles y miles de años a su estentóreo estruendo, cuyo eco quedó petrificado en los picachos más cimeros de nuestro Occidente; allí donde presume, cuando así lo quiere, sus canas de nieve reluciente; desde donde se otean todos los horizontes avistables, los del Padre Océano y los de la Sierra Madre.

Total, cada cual en lo suyo y con su idioma. Entre ellos, entendible; para nosotros, acaso perceptible.


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