jueves, 22 de enero de 2015

Vivir en la pantalla

Sor Leticia: “Cristo también utiliza Whatsapp” (1ª parte)


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“Hola, buenos días; hoy Aroa nos lleva al Señor. Que pases un feliz día”. Con esta frase, las Dominicas del Monasterio de San Blas irrumpen cada mañana, desde su Clausura de Lerma, España, en la vida de miles de personas. Lo hacen desde hace más de dos años, a través de WhatsApp. Y, desde hace un par de semanas, desde el Blog oficial El Reto del Amor en Religión, en Libertad; Página Web de donde presento el extracto de una entrevista hecha por Jesús García y publicada el 10 de diciembre pasado.

Al amanecer, antes de las 8 de la mañana, ya ha salido disparado el texto desde el smartphone de la Clausura.

Lo explica Sor Leticia, Maestra de Novicias, y la primera persona que se ha visto sorprendida por una difusión misteriosa que ha llevado al Reto a lugares tan distantes como Pamplona, Madrid, Vitoria, Sevilla, Barcelona o Valencia; o más allá: a Grecia, México, Rusia, Argentina, Miami, Alemania… “Mucha gente nos conoce ya por las del Reto”.

Sor Carmen, Aroa, Israel, Sión, Joane, Inés o Lety. Con ellas en el locutorio, lo que vemos es a tres Novicias, acompañadas de su Maestra, y tres Profesas solemnes, que se ocupan de darle el desayuno espiritual a toda la gente que se ha enganchado al Reto.


-Pero, ¿qué es el Reto en realidad?

“El Reto del Amor es un desafío a amar en el día, en tus circunstancias -responde sor Leticia-. Da igual que seas monja de clausura o padre de familia o estudiante… Todos estamos llamados a lo mismo, que es al amor; pero esto sólo un hombre puede enseñarnos a vivirlo: Cristo. Para vivir desde el amor, primero tienes que recibirlo de Cristo, y luego podrás darlo”.


-Sor Leticia, ¿eres tú la creadora del Reto?

“¡Para nada, qué va! La iniciativa fue toda de Cristo. ¡Las primeras sorprendidas por el Reto hemos sido nosotras!


-¿Cómo nació el Reto?

“Por una persona que buscaba al Señor. El primer Reto se escribió en mayo de 2012, pero todo comenzó unos meses antes. El 21 de abril, que celebrábamos los 400 años de nuestra llegada a Lerma, todas sentíamos que se estaba derramando mucha Gracia, y oramos por todo el mundo.

Ese día, una chica llamada Isa, a la que no conocíamos y que se había convertido hacía uno y medio años, se encontraba en su casa con un fuerte bajón de conversión. Sentía que no podía más; estaba a punto de abandonar. Cayó de rodillas en su habitación y oró pidiendo ayuda al Señor. En ese momento, levantó la vista y vio en su estantería el Libro ‘¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?’ Alguien se lo había regalado. Es un libro que recoge testimonios de diez Monjas de diferentes Órdenes. En él leyó mi testimonio y sintió que Cristo la levantaba. Inmediatamente se fue a buscar a Jesús Eucaristía. Eso fue un sábado. El domingo me llamó al Monasterio, sin conocerme de nada, y empezamos a hablar”.


-Me imagino que esa conversación daría para mucho…

“Sí, fue una conversación muy profunda.

Ella siguió llamándome a partir de entonces. Yo le dije que, con la oración y el amor, uno es feliz. No se necesita más en la vida. Entonces me pidió: ‘Enséñame a amar’. Pero, ¿cómo se enseña a alguien a amar? ¡Y además a distancia! Porque yo también he tenido que aprender: en la oración es donde Cristo me enseña a amar. Por eso comencé a compartirle el final de mi oración de cada mañana. Fue una forma de dejar que mi Maestro fuera también el suyo. Empecé a enviárselo por mensaje de texto, porque entonces no tenía WhatsApp. Al cabo de quince días, me dijo que no se lo podía quedar, que sentía la necesidad de compartirlo con más gente y reenviarlo. Yo le dije: De acuerdo, pero cada mañana seguiré escribiéndote a ti…”

(CONTINUARÁ)


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