Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Hermanos y hermanas:
Estamos celebrando todavía el tiempo litúrgico de la Navidad, que abarca desde la Noche Buena, el 24 de diciembre, y que concluye con la fiesta del Bautismo del Señor.
En esta ocasión quiero que reflexionemos en cómo a través de los años y mediante ideologías que buscan despojar a la Sociedad de cualquier relación con Dios, poco a poco hemos perdido el verdadero sentido de la Navidad. Incluso, en las felicitaciones que nos enviamos en fin de año, la referencia a Dios se ha perdido, y ya ni siquiera nos deseamos una ‘Feliz Navidad’ sino que las tarjetas vienen con la inscripción ‘Felices Fiestas’, como si se tratara de cualquier día feriado o del cumpleaños de quien recibe la felicitación o de un aniversario de bodas. Mientras que quienes defendemos la Navidad, quedamos otra vez como ilusos, como ignorantes, como gente pasada de moda que no alcanza a comprender la modernidad.
Dios se hizo hombre, no para empobrecernos; se hizo verdadero hombre, para enriquecernos con la presencia y la participación de su misma divinidad. Nosotros, siendo mortales, siendo pobres, podemos disfrutar, participar de la presencia misma de la divinidad en nosotros.
Lo escuchamos en el Evangelio, cómo el Verbo, la Palabra, Él mismo, era Dios desde el principio, se encarnó y puso su morada en nosotros, pero luego dice una frase que es una sentencia: ‘vino a los suyos’. El Hijo de Dios, ‘“vino a los suyos’, y escuetamente dice: ‘y no lo recibieron’, no lo reconocieron. Él vino a los suyos y no lo reconocieron, pero a los que sí lo reconocieron les concedió poder llegar a ser de verdad Hijos de Dios.
Díganme, queridos hermanos y hermanas, si esto es empobrecernos ¡No! Reconocer a Jesucristo es poder llegar a ser de verdad Hijos en el Hijo del único Dios.
No hay riqueza, no hay dignidad, no hay cosa más grande que un hombre pueda disfrutar sobre la tierra, que ser de verdad, reconocerse de verdad hijo en el Hijo único de Dios, Jesucristo Nuestro Señor. Así que hermanos, hermanas, acojamos el verdadero mensaje en esta fiesta, la cercanía de Dios a nuestra pobreza, la ternura de Dios para nuestra miseria, la solidaridad con Dios para con todas nuestras necesidades. Pudiéramos decir, Dios se goza de ver nuestra pobreza, de nuestra miseria y se inclina, se abaja para levantarnos y ponernos a nivel de su dignidad y de su grandeza. Este es el misterio de la Divinidad, por eso jamás debemos sentirnos solos, jamás debemos sentirnos abandonados, jamás nos debemos sentir olvidados de Dios.
Dios se hizo hombre entre nosotros, para ser Dios con nosotros, Dios para nosotros, en nosotros, por eso en esta noche hemos cantado con los ángeles Gloria a Dios en las alturas y seguimos cantando Gloria a Dios y Paz en la tierra a los hombres que amen que reconozcan al Señor.
Que Dios Nuestro Señor los ilumine y los bendiga
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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