martes, 31 de marzo de 2015

¡Basta ya de un catolicismo sin Biblia!

Juan López Vergara


El Evangelio que nuestra Madre Iglesia dispone para hoy, Domingo de Resurrección, revela el vínculo entre las Escrituras y el Acontecimiento Pascual del Señor, convirtiéndose, este último, en la clave para su adecuada comprensión, y las Escrituras, en imprescindible espejo para la lectura del suceso (Jn 20, 1-9).


La eternidad ingresa en el tiempo

Los relatos de la Resurrección en el Evangelio de San Juan inician especificando que “El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba” (v. 1). Ese primer día de la semana comienza un nuevo ritmo en el orden del tiempo, una nueva Creación, porque en éste acaeció el hecho más importante de nuestra Fe Cristiana. Los discípulos de Jesús lo transformaron en el “Día del Señor” (compárese Ap 1, 10).

María Magdalena, estremecida al ver la tumba vacía, se echó a correr llevando la noticia a Simón Pedro y al discípulo amado: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (v. 2). María Magdalena es una de aquellas mujeres que, junto a la Madre del Señor, estuvieron con Jesús al pie de la Cruz (compárese Jn 19, 25), y se convirtió en la primera mensajera del sepulcro vacío. La Resurrección es la eternidad que ingresa en el tiempo, o el tiempo que accede a la dimensión de la eternidad.


DESCONOCER LAS ESCRITURAS ES DESCONOCER A CRISTO

Pedro y el discípulo a quien Jesús quería, salieron corriendo para ver lo ocurrido (véase v. 3). El último llegó primero, pero no entró, sino que aguardó a Pedro (véanse vv. 4-5). El discípulo amado reconoce la preeminencia de Pedro (v. 5: compárese con Jn 21, 15-17). Pedro descubre no sólo los lienzos, como ocurriera al discípulo amado, sino también el sudario, que estaba plegado en un sitio aparte (compárense vv. 6-7 y el v. 5). Después, el discípulo a quien Jesús quería, ingresó, “vio y creyó” (v. 8). El sepulcro vacío fue para él un “signo”.

El Evangelista explica: “Porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos” (v. 9). Aunque no cita algún texto concreto, invita a leer el acontecimiento a través de las Escrituras (compárese Lc 24, 27). La Resurrección de Jesús les transformó la vida y, apoyados en ella, releyeron la vida y la enseñanza de Jesús. ¡Cuánta razón asiste a San Jerónimo cuando asegura: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”!


“Ya no vivo yo…”

Sólo hay un modo noble de vivir: el anhelo de sobrevivir; anhelo al que dio cumplimiento Cristo, quien al resucitar colma nuestra Esperanza, nacida de la Fe. La Fe en la Resurrección tiene una importancia existencial iluminando nuestra vida y otorgándole dirección, argumento y sentido. En cada uno de nosotros puede revivir el milagro de Cristo Resucitado hasta llevarnos a manifestar, como Pablo, “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Ga 2, 20).

Permítaseme insistir: “Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos” (v. 9).

¡Basta ya de un catolicismo sin Biblia! (Carlos Carreto).


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