jueves, 12 de marzo de 2015

Por qué fueron asesinados los estudiantes de Ayotzinapa

Un eslabón del tiempo y las formas


Ayotzinapan 43


Pbro. Gustavo Andrade Hernández

Párroco de San Bartolomé

Venustiano Carranza, Chiapas


En la Historia del México actual hay raíces profundas que todavía supuran dolor, sangre y división. El nuestro, como la mayor parte de los países del mundo, vive la dictadura económica, política y cultural impuesta por las potencias con sus ejércitos y diversas organizaciones: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio.

Son los que han presionado al Gobierno mexicano para que haga las nuevas Reformas Constitucionales que permitan la mano de obra barata (Reforma Laboral); privatización de la educación (Reforma Educativa); paraísos fiscales con menos Impuestos a los ricos (Reforma Hacendaria); privatización del petróleo y la energía eléctrica (Reforma Energética), y el próximo año, la Reforma del Campo, que propondrá el fin del ejido y de las tierras comunales.

Con esto, nuestros gobernantes les dejan manos libres a los grandes consorcios capitalistas, sacrificando, una vez más, al pueblo pobre, lo cual ha tenido por resultado una mayor concentración de la riqueza en pocas manos y un crecimiento cada vez más acelerado de la pobreza, el desempleo, la falta de educación, de salud, el despojo de nuestras tierras, la destrucción de los recursos naturales y violación de los Derechos Humanos.


Mecanismos de manipulación

Para mantener el control del pueblo, el Gobierno promueve programas de ayuda, pero son como el dulce que se le da al niño para que no llore. De ese modo, nos sigue manejando y engañando, y nunca va a solucionar el problema principal que nos afecta, que es la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, un mundo donde quepamos todos.

El aparato de Estado, para mantener su dominio, utiliza todo tipo de violencia con el propósito de infundir miedo, paralizar cualquier reacción y, sobre todo, como una medida de escarmiento y advertencia. No se trata de una tecnología novedosa. Fue utilizada por la Corona española para aniquilar a los pueblos indígenas que se mantuvieron en resistencia y lucharon para no ser despojados de sus bienes. Exhibieron crímenes horrendos para que les sirviera de ejemplo, y poder domesticar a los rebeldes.

Durante la Guerra de Independencia en México, Miguel Hidalgo y José María Morelos, entre otros muchos, fueron juzgados y luego fusilados como se hacía en la época con los prisioneros de guerra. Lo mismo sucedió con Villa y Zapata en tiempos de la Revolución.

Las dictaduras militares fueron responsables de varios genocidios, y más recientemente los asesinatos de los estudiantes del 68, los campesinos de Aguas Blancas, Sacerdotes, Catequistas y Obispos como Monseñor Romero en El Salvador, Juan Gerardi en Guatemala, Angelelli en Argentina, Martin Luther King, en Estados Unidos.


Lecciones ante el descarte

Los nuevos conquistadores aprendieron bien estas lecciones y las convirtieron en norma para eliminar a los “normalistas revoltosos” porque son un estorbo, sobran, no son necesarios, son el desecho humano. Es el modelo actual para atemorizar a las clases populares, para que no se salgan del orden impuesto por los de arriba, y que le llaman democracia: votar un día cada cinco o seis años y dejarse robar/asesinar el resto del tiempo.

Lo peor que podemos hacer es no mirar esta realidad; hacer como si la guerra no existiera porque todavía no te han golpeado, porque todavía sobrevives. Esto es contra todos y todas. Si queremos de verdad que el mundo cambie, no podemos quedarnos con la cabeza agachada; debemos enfrentar el horror de tantos crímenes cometidos por el Estado, vencer el dolor y el miedo, avanzar tomados de las manos, para que los llantos y la sangre no nos nublen el camino.


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