jueves, 19 de marzo de 2015

¡Aguas!

Leyes utilitarias


Presa La Yesca


Alberto Gómez Barbosa


Estamos, los mexicanos, en manos de muchos políticos que sólo pueden ser calificados de apátridas. Suena fuerte la palabra; pero, simplemente, describe a quienes no se preocupan por trabajar en favor del lugar en que han nacido y de sus compatriotas; lo contrario es ser patriota, término que define a “quien tiene amor a su Patria y procura serle útil”, según el Diccionario.

Duele constatar cómo los regímenes neoliberales, encabezados por De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, y especialmente el de Peña Nieto, han tenido como preocupación principal la entrega de los bienes de la Nación -sus tierras, sus costas, las riquezas del subsuelo, petróleo y minería, y ahora el agua- a intereses económicos prioritariamente extranjeros.


Todo un catálogo

Nuestras hermosas costas, a promotores de turismo, la mayoría españoles, que se llevan las utilidades fuera del país y nos dejan espacios sobreutilizados, playas inaccesibles a los mexicanos de a pie, a cambio de unos cuantos empleos, mal pagados, de camareras y meseros.

La riqueza mineral, que no han logrado agotar tras 500 años de sobreexplotación, ahora concesionada para la extracción a cielo abierto -la más dañina para el medio ambiente- en poco más de la tercera parte del territorio, en zonas mayormente propiedad de indígenas o ejidatarios. Destrozan las tierras los mineros, sobre todo canadienses; dejan enormes socavones; infectan las aguas con los residuos químicos altamente tóxicos que usan para separar los metales de la tierra; explotan a los vecinos con trabajos muy duros, y cuando han agotado las vetas, con una palmadita les dicen a sus propietarios ancestrales: “Ahí está tu tierra, trabájala”.

Nuestros hermanos de las etnias originales no pueden aceptar lo que los “occidentalmente culturizados” estamos haciendo con la “Madre tierra”. No conciben que estemos hiriéndola permanentemente; que contaminemos la superficie y sus aguas; que infectemos su atmósfera y que depredemos irresponsablemente algo que para ellos está en la esfera de lo sagrado. Movimientos Sociales están siendo promovidos por etnias de Sonora, Las Huastecas, Colima, Michoacán, Yucatán y otros lugares, enfrentando a Leyes y Empresas que atropellan sus derechos.


Fórmulas mágicas

Y ahora, los poderes económicos van por el agua, recurso indispensable para la vida que, gradualmente, ha sido tomado para beneficio de los pocos que se sirven de él para su provecho. El uso del agua es uno de los más trascendentales Derechos Humanos; obligación del Estado proveer a todos los habitantes de suficiente agua para uso personal: beber, preparar los alimentos, aseo personal, etc. Muchos países suministran agua potable para uso doméstico y sanean las aguas negras antes de desecharlas. Aquí, nos entregan las Autoridades agua con tufo a ciénega que, aunque afirman no es nociva a la salud, imposible tomarla. Y, aun así, han proliferado empresas que expenden garrafones a precio superior, en algunos casos, a un peso por litro. Las aguas negras son vertidas casi crudas al Río Lerma, acaso el más contaminado de la República.

La legislación propuesta a la Cámara de Diputados sobre usos del agua considera a este bien en sentido meramente económico, no como un bien al que todo humano tiene derecho. Afirma la Ley que es de utilidad pública el uso del agua para generar energía eléctrica, y priva a las comunidades de cualquier derecho de oposición a esa medida, pues quien repruebe la construcción de una hidroeléctrica, aunque inunde su poblado, no tendrá protección posible ante leyes que permitirán, abiertamente, desalojar a los opositores, aun con uso de fuerza pública.


Evidentes aberraciones

Permite, y hasta propicia, la nueva Ley, el trasvase de cuenca a cuenca y la construcción de represas, que los técnicos hidráulicos consideran actualmente muy nocivas, pues matan los ríos, alteran el medio ambiente y obligan a la reubicación de pueblos enteros, con las consecuencias sociales que eso conlleva. Un dato poco divulgado es que, hoy en día, hay en el mundo más personas desplazadas por la construcción de presas que por las guerras.

El traspaso de enormes volúmenes de agua de una cuenca a otra no es sino para facilitar a las grandes empresas mundiales la realización del famoso fracking, que consiste en inyectar, a presión, a grandes profundidades, 29 millones de litros de agua mezclada hasta con 600 sustancias altamente tóxicas, por cada pozo, para romper roca que luego liberará gas, dejando contaminado el subsuelo y provocando hasta pequeños sismos, como se ha comprobado ya en algunas regiones de Estados Unidos.

La nueva Ley propicia la contaminación, pues prevé multas irrisorias a las grandes empresas, a las que no importa dejar inservible suelo y subsuelo si han obtenido pingües ganancias. La multa mayor contemplada es de 3.5 millones de pesos. Sólo los daños que causó con derrames altamente tóxicos la Minera México en la zona del Río Sonora se calculan en 20 mil millones de pesos. ¿Van las sanciones de acuerdo con los daños? ¿Forzarán, esas cantidades, a empresas voraces, a ser cuidadosas con el medio ambiente?…

En cambio, se contemplan castigos enormes para quienes realicen estudios sobre las aguas de México sin permiso previo de la Comisión Nacional del Agua, ¡La multa puede llegar a 50,000 salarios mínimos! ¿Qué Institución o Universidad se arriesgaría a esa sanción? Quedan, así, el control y los estudios de calidad del agua y sus consecuencias, en manos de los mismos que obtienen “Patente de Corso” para explotarla.

¿Cuándo tendremos en México una clase política patriota, que vea hacia el futuro del país; que vele por el bienestar de los ciudadanos; que se preocupe por acortar la tremenda brecha entre la riqueza extrema y la pobreza mayoritaria; que se preocupe por el uso razonable de nuestras riquezas naturales y por propiciar el reparto equitativo de los bienes que ello genere?

Patriotas, simplemente. Que tengan amor a México y se preocupen por servirle.


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