jueves, 19 de marzo de 2015

¿Cómo superar el dolor ante una pérdida?

La fuerza y valor de la Fe


No basta con apelar a la tradicional y convencional “resignación”, que tanto se aduce en los duelos o en manifestaciones de conmiseración y condescendencia.


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María Teresa Edmé González Maciel


Todos los seres humanos, en algún período de su vida, son visitados por el dolor. Lo quieran o no, la presencia del dolor, a veces acompañado de sufrimiento, llega a quienes habitan el Planeta Tierra.

Ante este arribo inminente, se antoja disponer de herramientas para vivir con paz y serenidad. Una de ellas es el valor del desprendimiento, que se ejercita en los diferentes momentos de la vida; por ejemplo, el perder a un amigo por un mal entendido, las incomprensiones, injusticias, rechazos.


Prevención y antídotos
Esto debe llevarnos a manejar la situación y a procurar encontrar una enseñanza en el dolor, que nos prepare, sin por ello desear que ocurra, para momentos más difíciles, como la pérdida de salud, la mutilación de una parte del cuerpo; un divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedades prolongadas o pérdidas de objetos materiales importantes.

El dolor se manifiesta en el cuerpo, la mente, sentimientos, el alma. Duele todo. Es necesario, por salud mental y física, superar dicha situación. Jesucristo ayuda a liberar de toda atadura, y el duelo es una de ellas. Jesús viene a darnos la libertad de los hijos de Dios. “Para ser libres, nos ha liberado Cristo. Por eso, manténganse firmes y no permitan de nuevo el yugo de la esclavitud” (Gal 5, 1).

Cuando la persona siente que todas las luces se apagan y que no hay alguien o algo que lo motive a seguir, Jesucristo se presenta como Luz que ilumina y da sentido a nuestra realidad.


Consejos prácticos

Tomar consciencia es un paso, y llevar un proceso, el otro. Estar consciente es conocer que lo que pasa es real, y llevar el proceso es buscar ayuda para sanar y aprender a vivir sin aquello (s) hacia lo (s) que había un apego. Es indispensable cerrar círculos y despedir con mucha paz.

Para que esto ocurra, ciertamente se requiere de la ayuda de Dios, ya que Él está presente en todo momento y determina todos los sucesos. El Papa Juan Pablo II afirmaba: “Cristo Crucificado es una prueba de solidaridad de Dios con el hombre que sufre”.

Se hace necesaria una acción con valentía, coraje, fuerza, determinación, sobre todo cuando el dolor se aparece de manera imprevista, violenta, desestabilizando la propia existencia. En un plano más profundo, es importante aprender a vivir sin las pérdidas, incluso de las de los seres queridos de quienes se dependió.

La fuerza de voluntad, la serenidad y la Fe son elementos que colaboran, de manera sustancial, en la superación del duelo. En caso de la separación de un ser querido, hay que hablar de él en familia, expresar los sentimientos que habiten en el corazón, y contar con el apoyo emocional de los más cercanos. En caso necesario, buscar ayuda psicoterapéutica adecuada para sanar.

El dolor, si se sabe aprovechar, toca fibras interiores del alma con el objetivo de abrirse para comprender el dolor de los hermanos y ser mejores personas. El dolor permite ver lo que antes estaba oculto a los ojos, y este camino nos lleva a la madurez, al crecimiento.

¿Qué nos diría el ser querido que se fue? De seguro: “Dame un regalo, vive con plenitud, sé feliz”. Se puede responder con una vida nueva y con las palabras de Gabriel Marcel: “Amar a alguien es decirle tú nunca morirás”, ya que esa persona nos acompañará con su recuerdo, sus enseñanzas, alegrías. Hacerlo como aquella madre que, ante la muerte accidental de sus dos hijos, exclamó: “Señor, hace 23 años me los diste con mucho amor; hoy te los regreso con mucho amor”.


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