martes, 31 de marzo de 2015

¿Vale la pena tanto esfuerzo en los Seminarios Auxiliares?

Cuidando el germen


P


Pbro. Juan Carlos Hernández López

Director Espiritual de la Secundaria

“Anacleto González Flores”


Una de las encomiendas más importantes y necesarias de la Pastoral en la Iglesia es la de ser Formador en el Seminario. Formar un Pastor es la Pastoral de las Pastorales, ya que formar un Sacerdote garantiza la sucesión de la Misión en la Iglesia.


Grata sorpresa

Ser Formador en el Seminario no está siempre en las intenciones de un Seminarista; por lo menos así me pasó a mí. Al entrar en el Seminario tenía la ilusión de ser Sacerdote, y así poder trabajar en una Parroquia. Cuando terminé mi formación en el Seminario, ya siendo Diácono, preparándome para ir a una comunidad parroquial, recibí la grata sorpresa al ser enviado a servir a una Casa del Seminario: la Secundaria Anacleto González Flores, en Atemajac del Valle.

Allí asisten los adolescentes con inquietud vocacional, aquellos pequeños que buscan responder a la llamada que sienten de parte de Dios. Yo no me sentía lo suficientemente preparado para ayudarlos, pues siendo ellos adolescentes y con tantas inquietudes propias de esta etapa de la vida, sabía que no era una tarea fácil.

Al ver las estadísticas de perseverancia de los jóvenes que entran al Seminario desde esta etapa y descubrir que eran muy pocos los que llegaban al sacerdocio, me cuestioné: ¿vale la pena tanto esfuerzo en los Seminarios Auxiliares?


Encuentros que marcan la vida

No es fácil responder a esta pregunta; pero Dios ha querido mostrarme un poco de su obra en el corazón de los jóvenes a los que Él llama.

Cuando fui ordenado Sacerdote, fui llamado a servir en el Seminario como Formador. Por dos años lo fui en la Sección de Seminaristas en Familia. Fue una experiencia muy rica para mi ministerio, dado que trabajé con dos Equipos de Sacerdotes, y la fraternidad entre nosotros fue el testimonio más hermoso que vieron aquellos pequeños Seminaristas con ese deseo de internarse en el Seminario Menor.

Después vino el llamado a ser Padre Espiritual de los Seminaristas de la Secundaria Anacleto González Flores, donde he trabajado por casi cuatro años. De esta etapa, quiero compartir una experiencia que me ayudó a responder a mi inquietud sobre si vale la pena la formación en el Seminario desde la adolescencia:

En una ocasión que estaba confesando en una comunidad parroquial, me llamó la atención de que llegara un hombre mayor de edad, bien presentable y muy educado. Su Confesión, muy bien preparada y bien hecha; un Laico que vivió bien su matrimonio, y un apóstol en su comunidad y en su trabajo. Lo percibí por el diálogo que siguió a su Confesión. Y lo que llenó de alegría mi corazón fue enterarme, de sus labios, que siendo adolescente se formó en el Seminario de San Martín, Secundaria del Seminario muchos años atrás. Me dijo que sus tres años de Seminario lo marcaron y ayudaron durante toda la vida.

Casos como éste pueden contarse por centenares en nuestra Arquidiócesis, que ha sido bendecida por el Señor, que nos ha dado nuestro Seminario de Guadalajara, donde se han formado millares de Sacerdotes y de Seglares en sus ya 318 años.


Hermosa bendición

Colaborar en la Comunidad de Formadores del Seminario Diocesano ha sido para mí una bendición. Primero, para pagar un poco de tanto que me ha dado el Seminario. Y, siendo Director Espiritual, me toca observar la acción de Dios en el corazón de los hombres a los que Él llama. En siete años, he visto crecer a muchos adolescentes, y comprobar el bien que fue para ellos el pasar por el Seminario, aun cuando Dios los llame por otro camino.

En esta etapa nos toca sembrar y no cosechar, me dijo un amigo Sacerdote que ingresó al Seminario Menor Auxiliar de Totatiche. Es difícil esta etapa, pero ¡vale la pena darlo todo, para que esos jóvenes encuentren el camino que Dios quiere para ellos!


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