martes, 31 de marzo de 2015

El Cristianismo y la Historia

La sucesión de esclavitudes


La obra sublime del Cristianismo fue la de liberar al hombre del Poder de los Demonios a través de la venida de Cristo al mundo. (Nicolás Berdiaev. El Sentido de la Historia).


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Pbro. Germán Orozco Mora

Mexicali, B.C.


De visita en Tijuana, la Madre Teresa de Calcuta, hoy Beata, reveló cómo en su natal país, Albania, fue tan fuerte la influencia del comunismo ruso, que estaba prohibido, aun en las calles, mencionar el nombre de Dios.

Originaria de Skopje, Albania, ella nació en el único país en el mundo donde el ateísmo tenía -desde la revolución bolchevique de 1917- carácter oficial. Seguramente su destino debió haber sido el que marcó la Historia de su Patria, pero el Cristianismo, que es algo más grande y poderoso, obró en ella el prodigio de caridad fraterna ejemplar que fue su vida.


Con sólidos argumentos

Nicolás Berdiaev, Filósofo ruso de Kiev, cristiano, no marxista, reconoció la importancia que el Cristianismo ha tenido en la Historia de la Humanidad, pese a ser unas veces aceptado, otras no reconocido, pero siempre presente; afirmando que esta Religión es vida, dinamismo, no muerte estática.

Si el Cristianismo no fuera capaz de mover las conciencias y realizar transformaciones, sería un bizantinismo sin influencia en las gentes. Por ejemplo, se dice que la cultura hindú y la china no llegaron a descubrir la libertad del sujeto creador, aun cuando la Filosofía Veda es una de las más importantes.

Mas, fue el Cristianismo el que puso de manifiesto, por primera vez y de un modo definitivo, la existencia de esa libertad del sujeto creador, desconocida en el mundo precristiano, hechizado hasta entonces por Demonios, ídolos y por las fuerzas de la Naturaleza.

Sólo el Cristianismo restituyó al hombre la libertad espiritual, de la cual había sido privado mientras estaba en poder de los Demonios, de los espíritus de la Naturaleza y de las llamadas fuerzas ocultas. Sólo el Cristianismo lo liberó de ese torbellino y le devolvió su lugar en el mundo como Rey de la Creación, restituyendo la libertad al espíritu humano y abriendo un nuevo período en su destino, que comienza a ser definido y realizado por un sujeto auténticamente libre, y en el cual toma consciencia de esa libertad.

No hace mucho, un Investigador en Comunicación Social, miembro del Ateneo de Roma, explicaba que así como en el <Mito de la Caverna>, del Filósofo griego Platón, hace ver que <las almas se encuentran cautivas en una especie de caverna de la que no pueden escapar, pues no tienen libertad, están esclavizadas…>, así el hombre pre-cristiano, ante los Demonios y las fuerzas de la Naturaleza, estaba encerrado y cautivo en esa <caverna>, de la cual fue liberado por el Cristianismo. Sin embargo, ese mismo Investigador, evocando el mito de la caverna, expresa lo que sucede hoy con los mass media , pues <millones de almas modernas han vuelto a estar cautivas dentro de la oscura caverna de la Televisión; hechizadas y enajenadas, sin libertad, sin voluntad frente a los falsos ídolos y estrellas prefabricadas actuales del espectáculo>.


A romper las ataduras

Por ello, en la Historia actual, el Cristianismo tiene el reto de volver a romper con la fatalidad del destino que, aparentemente, imponen esos poderosos ídolos y enajenantes estrellas a aquéllos que han optado por encadenarse a ellos.

De ahí que los verdaderos cristianos debemos descubrir y tomar consciencia de nuestra libertad, no temer ni a las fuerzas de la Naturaleza ni al hechizo de los Medios ni a los Demonios modernos del hedonismo ni a los políticos demagogos y sinvergüenzas, que quieren tener cautivas, dentro de sus propias “cavernas”, a millones de almas entregadas a las novedosas idolatrías en cualquiera de sus diferentes y seductoras formas.

El Cardenal Joseph Ratzinger, cuando era el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, mencionaba en su obra sobre la Unidad de las Naciones, cómo las teocracias griega y romana mantuvieron estática y paralizada al alma humana, temerosa -por ignorancia- de las fuerzas “demoníacas” y de las manifestaciones atemorizantes de la Naturaleza, superiores pero controlables por el hombre racional cristiano .

Aquellos teocráticos de Grecia y Roma crearon todo un sistema de ídolos, destinos y mitologías que mantuvieron en el temor y el fanatismo a las almas timoratas, fáciles de domesticar, silenciar y mantener en la servidumbre del Estado, pues mientras los amenazantes dioses de piedra los espantaban, los hombres del Poder se divertían con el temor de aquellos esclavos sometidos a las fuerzas -inexistentes- de los mitos, los Demonios y la Naturaleza.

De igual manera, las diferentes teocracias primitivas, como la del México precolombino, también explotaban la dignidad y los irracionales miedos del hombre.

Y, como queda dicho, por desgracia, hoy podemos asomarnos claramente a este tipo de esclavitud, que con ribetes de modernidad explota la ignorancia de millones de seres, tal como lo mencionaba el ateneísta romano respecto al mito de la caverna platónica.


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