jueves, 5 de marzo de 2015

Que nuestra alegría conquiste a quienes no conocen nuestra Fe

Querida Lupita:


En mi familia se están generando división y pleitos, pues mi hermano y su familia se hicieron cristianos. Constantemente discutimos por temas de Fe. He reflexionado que algo está mal en nosotros, pues no puede haber guerras en el nombre de Dios. Esa persecución que vemos actualmente en el mundo oriental se originó alguna vez en los hogares. Necesito saber cómo actuar para que nuestros hijos y los suyos no lleguen al rencor; pero, al mismo tiempo, que nuestra Fe sea firme. Me parece un imposible…


Daisy F.


Hermana mía, Daisy:

“Católico ignorante, seguro protestante”. En verdad duele saber que nuestros hermanos bautizados se alejan de la Iglesia fundada por Cristo. Debemos reconocer que, en ocasiones, nuestro anti-testimonio les causa dolores profundos.

Sabemos que Dios quiere la unidad. Es momento de encontrar todo lo que tu hermano y tú tienen en común. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña, en su Punto 843: “La Iglesia reconoce en las otras Religiones la búsqueda, todavía en sombras y bajo imágenes, del Dios desconocido pero próximo, ya que es Él quien da a todos vida, el aliento y todas las cosas, y quiere que todos los hombres se salven. Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero que puede encontrarse en las diversas Religiones, como una preparación al Evangelio y como un don de Aquél que ilumina a todos los hombres, para que, al fin, tengan vida”.

Seguir a Cristo es imitarlo. Ama a tu hermano y a sus hijos; lleguen al acuerdo de no discutir, pues tanto él como ustedes quieren ser auténticos cristianos. La Fe no se impone; se modela con alegría.

El Papa Francisco sugirió algunas acciones concretas para mantener la alegría del buen cristiano. Esto es lo que más cautiva a los hombres de hoy: el observar en ti una gran congruencia de vida, vivirla en alegría, con la mejor actitud frente a toda bendición y adversidad.

1) Santa inconsciencia. El Papa Francisco se refiere a este punto como parte de su personalidad. Explica que mantiene viva la Esperanza, a pesar de las penas y vicisitudes que la vida presenta. Cree en el buen final, querido por Dios, y espera en él confiadamente.

2) Oración y abandono. Pedir con serenidad por todos los bienes deseados para sí mismo y para los demás. San Juan Crisóstomo decía: Nada vale como la oración, hace posible lo que es imposible, fácil lo que es difícil. Es imposible que el hombre que ora pueda pecar. Ora sin desesperación, más bien, de manera confiada, con generosa paciencia. Recordemos que Dios no es un “mandadero”, Él es el Señor. Nosotros pedimos lo que creemos nos conviene, pero Él sabe darnos exactamente lo que necesitamos.

3) Aguante y coraje. Enfrentar heroicamente esas realidades que no nos gustan. Si sufrimos persecución, ofrecerla por amor a las almas; si enfermedades y dolores morales, todo en unión al Sacrificio de Cristo. Ser almas reparadoras. Y pedir al Señor, sin miedo, sabiendo que Él concederá lo que conviene a nuestra Salvación.

4) Mirar como Cristo mira. Salir del centro a la periferia. Esto es, que no nos quedemos en nuestro pequeño mundo, sino que salgamos a donde están los pobres, los que sufren, los que necesitan consuelo, compañía y cariño.

Recuerda que perdernos en discusiones es perder a nuestros hermanos, pero mantén el sabio deseo de conocer a fondo tu Fe. Nuestros hermanos separados representan un desafío a nuestras convicciones. Aprovechemos sus dudas para prepararnos más y mejor.


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