jueves, 5 de marzo de 2015

Necesitamos mejores candidatos

Un clamor generalizado


1004445229


Mtro. Jorge Enrique Rocha Quintero


Pedro Kumamoto, Guillermo Cienfuegos “Lagrimita”, Carmen Salinas y Cuauhtémoc Blanco son ciudadanos mexicanos y tienen derecho a contender por un puesto de elección popular. Los primeros optaron por la nueva figura de candidaturas independientes, y los segundos lo harán a través de un Partido político. Estas candidaturas han provocado discusiones en el espacio público, ya que se considera que algunos de estos perfiles no son los adecuados para representar los intereses de los ciudadanos y, más bien, responden a otras agendas políticas. Por ejemplo, en el caso de Pedro Kumamoto y de “Lagrimita” se ha planteado un contraste muy marcado entre la candidatura auténticamente ciudadana frente a otra que suscita reservas.


Lógicos cuestionamientos

Más allá de entablar un debate sobre las capacidades políticas de Carmen Salinas o de Cuauhtémoc Blanco, sin duda íconos populares que posiblemente le pondrían una dosis de picardía a las sesiones de la Cámara de Diputados o del Cabildo Municipal de Cuernavaca si es que logran llegar al cargo, la pregunta es: ¿Por qué el sistema político mexicano permite la aparición de estos perfiles para contender por puestos de elección popular? Y no sólo me refiero a la señora Salinas, a Blanco o a “Lagrimita”, pues también podemos pensar en Hilario Ramírez Villanueva “Layín”, el Alcalde de San Blas, Nayarit quien admitió robar “poquito” en su campaña electoral, y recientemente hizo una fiesta para celebrar su cumpleaños, que provocó la indignación de muchos nayaritas.


Desde la raíz

Varias causas provocan esta situación. En primer lugar, la degradación generalizada de la política como un oficio dignificante. Para los Filósofos clásicos, ser político era una de las labores más loables en una comunidad y una actividad reservada a las mejores personas. Incluso en muchos pueblos indígenas de nuestro país, ostentar un cargo público es un auténtico servicio a la comunidad. Hoy en día, no sólo en México sino en buena parte del orbe, ser político es un signo de privilegios, de enriquecimiento en corto tiempo; en no pocos casos, de frivolidad, de ineficacia y de vivir en una burbuja, apartada del resto de los ciudadanos.

En segundo lugar, dentro de los Partidos hay una ausencia de políticas claras y efectivas de formación de nuevos cuadros políticos y, por consiguiente, no existe ni se genera la innovación política necesaria. Los casos de reciclaje de personajes políticos, de “chapulineo”, de ver a los mismos de siempre transitando de puesto en puesto, no permiten que nuevos perfiles se incorporen a la política. Y, cuando logran hacerlo, necesitan proceder de la misma forma que sus antecesores. La política mexicana está envejecida, no sólo por la edad, sino por las prácticas.

La tercera causa es la incapacidad de atraer perfiles ciudadanos cualificados por parte de los Partidos para colaborar y contender en sus filas. La forma como se hace política en este país y la tajante distancia entre ciudadanos y servidores públicos ha dado como resultado la imposibilidad de construir puentes y espacios de intercambio entre la clase política profesional y los ciudadanos interesados (y a veces expertos) en la vida pública. Las historias de fracasos, de acuerdos no cumplidos, de desencantos entre ciudadanos y la clase política profesional, provocó que se levantara un muro impasable, que sólo propicia que esta brecha se ensanche más y más.

La cuarta causa es la impunidad que sigue disfrutando la clase política nuestra Nación, pues no permite la depuración de los malos burócratas y perpetúa prácticas nocivas para la vida pública. En México, la rendición de cuentas y las sanciones para el mal desempeño de un político siguen siendo una quimera; los malos gobernantes no son objeto de la sanción ni del repudio público después de ineficientes actuaciones, y no son pocos los casos cuyos perfiles siguen obteniendo cargos públicos que les deben a sus Partidos y no a la ciudadanía. La ausencia de buenas investigaciones para deslindar responsabilidades en los casos de Gobiernos deficientes o corruptos sigue siendo recurrente.


Conclusión

Para colmo, padecemos una ausencia histórica de políticas educativas para incentivar la transformación de la cultura política prevaleciente y promover en su lugar una cultura que fomente los valores democráticos y los Derechos Humanos de todas y todos. Familias, Escuelas y Medios de Comunicación tendrían que contribuir con esta labor para construir, desde abajo y poco a poco, un México distinto, en el que desde ahora formemos los perfiles de las y los políticos que nos gobernarán mañana. Mientras tanto, como ciudadanos, tenemos que exigir con mayor firmeza que los Partidos políticos propongan a los candidatos idóneos para nosotros, no para ellos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario