jueves, 19 de marzo de 2015

El misterio del trigo que muere (Juan 12, 20-33)

5o. Domingo de Cuaresma. Por la muerte, llegamos a la vida; por el sufrimiento, al gozo; por la Cruz, a la Resurrección.


Trigo


P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net


En el Evangelio de este Quinto Domingo de Cuaresma, Nuestro Señor nos habla del misterio de la vida y del secreto de la fecundidad espiritual: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Es la necesidad de morir para tener vida. Este tema nos introduce directamente en las Celebraciones de la Pascua, que estamos ya para conmemorar y revivir dentro de una semana: el misterio de nuestra vida a través de la Muerte de Cristo.

El domingo pasado escuchábamos decir a Jesús que, como la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado también Él para darnos vida eterna. Y hoy vuelve a afirmarlo sin rodeos: “Y Yo, cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mí”. Nuestro Señor tenía muy presente esta hora suprema de su vida, y sabía que había venido a la Tierra precisamente para cumplir esta Misión.

Ya había anticipado esta idea durante su Transfiguración en el Monte Tabor. Pero, paradójicamente, será en El Calvario en donde toque el ápice de su Plena Glorificación como Mesías y como Redentor: “He aquí que mi Siervo prosperará, será elevado, ensalzado y puesto muy alto”. Así introduce Isaías el Cuarto Cántico del Siervo de Yahvéh (Is 52,13). Y a continuación describe toda la ignominia de sus sufrimientos y humillaciones. ¡Así son los Planes de Dios, tan contrarios -y contradictorios- a los pensamientos de los hombres! (Is 55,8). Su Exaltación sobre la Tierra se realizará en la Cruz. Y, de esta manera, llevará a plenitud su obra mesiánica y redentora.

Éste es el misterio de la fecundidad y de la grandeza del Cristianismo: por la muerte, llegamos a la vida; por el sufrimiento, al gozo; por la Cruz, a la resurrección. Es ésta la lección más importante que nos ha dado Jesucristo con su Pasión, y la fuerza necesaria para seguir sus huellas, recorriendo su mismo camino. Éste es el poder de nuestra Fe; el que vence al mundo y nos da vida eterna.


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