jueves, 9 de octubre de 2014

Un amor inquebrantable

Los tiempos difíciles no nos despojaron de nuestra fe


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La segunda mitad del Siglo XIX y los primeros treinta años del Siglo XX fueron particularmente difíciles para la Iglesia Católica. Con todo, pese a las persecuciones, el amor y la devoción hacia La Zapopana se mantuvieron intactos.

“Las Leyes de Reforma prohibieron, entre otras cosas, las manifestaciones de culto público, lo cual afectaba de manera directa la tradición de la Virgen de Zapopan, cuya devoción ha sido siempre manifestada públicamente en las calles, aunque concluya en los templos”, explicó el Padre Armando González Escoto.

“Cuando el Gobierno decide aplicar las Leyes de Reforma en Guadalajara, el Cabildo Eclesiástico se pregunta qué pasará con la visita de la Virgen, pues considera que el Gobierno no está prohibiendo que la Virgen venga a Guadalajara, sino que se le reciba públicamente en las calles. Entonces toma la decisión de que esta recepción se haga directamente en los templos y que en su traslado de un templo al otro no haya acompañamiento de personas ni expresiones festivas, como la música o los danzantes, y que sus fieles devotos no adornen sus casas ni sus calles; que sea un traslado prácticamente en privado y en silencio. No obstante, eso jamás lo permitió la gente.

“Llegado el momento en que iba a ser trasladada, la acompañaban. Eso provocó la constante intervención de la Policía. Mas a los fieles eso no les importó. En un momento dado, cuando era Arzobispo don Pedro Loza y Pardavé, decidió que para evitar tales conflictos no se le avisara a la gente a qué hora salía la Virgen de un templo a otro.

“Pero la gente, en abierta oposición a esas normas, decidió colocar espías en los templos donde se encontraba la Virgen. Ponían algunos niños y les decían que se quedaran en el templo, y en cuanto vieran que empezaban a mover a la Virgen, los chiquillos salieran gritando, ante lo cual la gente salía de todos lados. Así se vivió hasta 1942”.


Símbolo de la cohesión social

“Fue un período de resistencia social a una imposición del Gobierno. Incluso hubo otra prohibición por parte del Arzobispo Pedro Loza de que se le avisara a la gente qué día se iba a llevar de regreso a la Virgen a Zapopan, y que este traslado se llevara a cabo cualquier día de fines de septiembre o principios de octubre, pero sin que nadie lo supiera. Sin embargo, como anteriormente se la llevaban el 5 de octubre, la gente mantuvo la tradición de ir todos los 5 de octubre a Zapopan con o sin la Virgen, como un signo de gratitud.

“Cuando en 1900 llegó el Arzobispo José de Jesús Ortiz y Rodríguez y se dio cuenta de todas esas cosas, cambió las normas. Dijo: la Virgen sale de la Catedral el 5 de octubre, y la gente que quiera acompañarla, así lo hará. Entonces volvió a llevarse a la Virgen de manera multitudinaria, hasta que empezó la Guerra Cristera en 1926, cuando se suspendieron los cultos y se cerraron las iglesias.

“En cuanto se arregla el Conflicto Cristero, nuevamente la imagen de la Virgen es traída a Guadalajara, y la primera ‘llevada’, en esta nueva etapa, ocurre en 1930, aunque con algunas restricciones. En 1942, con ocasión del IV Centenario de la Fundación de Guadalajara, renace ya sin cortapisas la Romería, tal como la conocemos hasta ahora, sólo con el cambio de fecha del 5 al 12 de octubre, porque en ese tiempo era día feriado”.


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