Yara Martínez González
El jueves 23 de octubre, Obispos, Sacerdotes, Religiosas, familiares y amigos se dieron cita desde temprana hora para acompañar al Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo Emérito de Guadalajara, con motivo del festejo del día de su Santo.
Como cada Día de San Juan Capistrano, al filo de las seis de la mañana, un mariachi entonó “Las Mañanitas”, que fueron seguidas de varias canciones para alegrar a los asistentes. Luego, en punto de las 7 de la mañana, dio inicio la Misa, presidida por el propio festejado en su domicilio de San Pedro Tlaquepaque, y a quien acompañaron el Obispo Auxiliar Juan Humberto Gutiérrez Valencia; el Obispo Emérito Rafael Martínez Sáinz, y el Obispo de la Prelatura Misional del Nayar, Fray Jesús González Martínez, así como decenas de Sacerdotes.
En su Homilía, el Cardenal Juan Sandoval recordó que para ser cristiano hay que decidirse a amar a Dios por sobre todas las cosas, aun en contra de la propia familia, porque Cristo nos enseñó que el que ama a su padre o a su madre más que a Él, no es digno de llamarse hijo de Dios.
“El Señor, dijo, debe tener el primer lugar en nuestra vida, en nuestras decisiones, en nuestras consideraciones. Es amar a Dios por sobre todas las cosas, aun cuando se tenga que entrar alguna vez en conflicto, incluso con los propios parientes.”.
Durante la Celebración Eucarística, destacó, asimismo, que hay familias que se oponen a la vocación del sacerdocio de alguno de sus hijos y lo condicionan a terminar primero alguna carrera universitaria, de tal forma que lo desconocen por atender el llamado del Señor. Sin embargo, hay quienes, convencidos de su vocación, deciden seguirlo.
“Debemos tener en cuenta que ser cristiano es decidirse por Cristo Nuestro Señor, por encima de cualquiera otra relación, conveniencia o consideración. Y le debemos pedir con mucha humildad y fervor lo que le pedía San Juan Pablo II: que podamos comprender cuánto nos ama Dios, el amor infinito que hay en Él, y tener siempre presentes los bienes que nos ha prometido, para que podamos amarlo y servirlo debidamente”.
Al igual que cada año con tal ocasión, el purpurado disfrutó de cordial convivio con todos los comensales que degustaron un desayuno.
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