jueves, 16 de octubre de 2014

El gran desafío de la Cultura Cristiana: el hombre tecno-líquido

Pbro. Alfonso Rocha Torres


Enrique Chuvieco nos comparte esta entrevista con el recientemente nombrado miembro del Pontificio Consejo para la Cultura, el Prelado español Raúl Berzosa, que fue publicada en la Página católica de Internet Aleteia el 15 de septiembre.


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¿Cómo ve la Cultura actual de Occidente?

Sin duda, no estamos en una época de cambios, sino en un verdadero “cambio de época”. La Cultura de hoy, más allá de los tópicos de la postmodernidad o de la ultramodernidad, la definiría como “tecno-líquida”, por un lado, y de la “antropología de la individualidad”, por el otro. Todo ello, dentro de la denominada “globalización”.


¿Qué es la antropología individualista?
Es el fruto de la globalización mal entendida que, como denuncia Luigi Zoja, supone “la muerte del prójimo”. Todorov habla “de un hombre desorientado”. Y Alain Touraine ha subrayado que “estamos solos en el teatro de la vida” porque “los sujetos sociales se han licuado”; es decir, se han vuelto, en muchos casos, irrelevantes. Así, la Familia, los Partidos Políticos, las Asociaciones, etc. Se habla del “fin de las Sociedades” en cuanto al hombre tecno-líquido.


¿Qué significa cultura tecno-líquida?

Hablamos del hombre tecno-líquido (Z. Bauman) u homo-digitalus 2.0. El colmo son los “hikikomori” o jóvenes que se encierran en una habitación con su ordenador y deciden no salir más. Una “Sociedad insaciable”, siempre activa, siempre digitalizada, “tuitizada” y conectada en Red, en donde no se distingue entre el día y la noche, entre el día ordinario y el festivo, entre la casa y el trabajo; vivimos siempre “dependientes” de la “conectividad”. “Donde lo sólido tenía dimensiones espaciales bien definidas, ahora lo líquido no conserva formas duraderas, sino siempre dispuesto a cambiarlas”.


¿Qué es el hombre líquido?

El hombre líquido, en resumen, presenta estas características: narcisismo, velocidad, ambigüedad, buscador de emociones, necesitado de infinitas relaciones “light” (tecno-mediáticas y virtuales). El hombre líquido, en lo religioso y cultural, manifiesta “un saber sin fundamentos”, inmerso en una Babilonia plural de lenguajes y de formas, como si viviera en un laberinto sin centro ni periferias. La orientación le viene, o bien por aquello que utiliza la mayoría, o por los deseos y necesidades del propio yo. La consecuencia es la tendencia a satisfacer las necesidades personales como el principal criterio de legitimación de elecciones en la vida, dejando a un lado las cuestiones propiamente morales.


¿Cuáles serían las convicciones latentes, subterráneas, no expresadas por el público?
Ante todo, cuatro convicciones: volver a descubrir una sana e integral Antropología; recuperar un tejido social fuerte; volver a apostar por los más débiles y pobres; y una regeneración política más genuina y participativa para el ciudadano.


En buena parte de las manifestaciones culturales, como el Cine, late un pesimismo vital, envuelto en denunciar situaciones límite… ¿Qué factores debe reunir una creación cultural para ofrecer esperanza sin caer en el moralismo o el voluntarismo?
Se pide, ante todo, profundizar en el misterio del ser humano y redescubrir el potencial con el que el Creador nos ha hecho, por ser su imagen; ante todo, personas auto-inteligentes, libres, capaces de comunión fuerte y de ser muy creativas. No se trata de re-inventar o re-ideologizar a la persona, sino del triple movimiento que en su día nos propuso el Papa Benedicto XVI: “Asumir, purificar, elevar”.


El Papa Francisco habla de la “cultura del descarte”, favorecida por los planteamientos económicos actuales. ¿Qué puede y debe hacer la Iglesia y los católicos para fomentar la cultura de la inclusión y del trabajo?

Como ha dicho el Papa Francisco, en tres claves: cultura del encuentro y de la acogida; cultura de la ternura y de la fraternidad; y, finalmente, cultura de la dignidad humana personal y colectiva. En este último sentido, el Papa Juan Pablo II nos venía hablando no tanto de una “globalización”, sino de una “universalización” de la solidaridad y de la esperanza, que respeta la idiosincrasia de las personas y de los pueblos.

Finalmente, manifestó su esperanza en torno a los dos Sínodos sobre la Familia, que ahondarán en la verdad sobre el ser humano.


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