jueves, 30 de octubre de 2014

Una corriente que nos ha rebasado

Cultura de la muerte


En su visita a nuestra ciudad, por su participación en el III Encuentro de la Red Latinoamericana de Sacerdotes y Seminaristas por la Vida, Monseñor Juan Antonio Reig Pla, en entrevista, les recordó, a Laicos y Consagrados, el compromiso que tienen en la promoción de la cultura de la vida.


Dulce Natalia Romero Cruz


IMG 2445Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, España, y destacado defensor de la vida, expuso recientemente, en el Encuentro Pro vida, el Tema “Afrontando la ideología de Género, desde la Caridad y la Verdad”, en el que explicó el origen de esta corriente y el daño que se ha hecho a la mujer porque sólo ha sido utilizada y poco beneficiada. Después de la Conferencia, respondió amablemente a estas preguntas:


-Señor Obispo, comentaba que, como Iglesia, también somos parte, a veces sin darnos cuenta, de promover la ideología de género ¿Cómo nos hemos hecho partícipes?

-Principalmente porque muchos Laicos no han recibido una buena formación, y esto los ha hecho vulnerables a que una ideología como ésta penetre en su pensamiento o en su corazón. Necesitamos estudiar y estar preparados para rechazar lo que se nos quiere imponer, como es la negación de lo propiamente humano, la unidad de la persona, cuerpo-espíritu, donde el cuerpo manifiesta a la persona en su totalidad. También debe valorarse la diferencia sexual entre varón y mujer, porque eso es una riqueza, no una desigualdad; es algo necesario para la complementariedad mutua; es la base del matrimonio para sacar adelante la misión de la familia, por la comunión amorosa, y después, para la procreación y educación de los hijos. Esta antropología cristiana puede verse afectada cuando el paradigma cultural, en el que tanto insisten los Medios y la Comunicación global, pretende ser cambiado, y a base de propaganda insistente puede ir deteriorando nuestras tendencias e ideas de tal manera que muchos católicos, sin darse cuenta, lo terminan replicando en su forma de vida cotidiana.


-Comentaba usted que para esto no sólo los Laicos debemos estar preparados, sino también los Sacerdotes. ¿Cuál sería el llamado especial para ellos?

-Lo más importante, tanto para Seminaristas como para Sacerdotes, y luego para los Laicos, es conocer bien las enseñanzas de la Iglesia; después, se debe tener un corazón sano y redimido por la Gracia para poder vivirlas. En este caso, es muy importante apegarse a los lineamientos emanados del Magisterio Eclesiástico, que están expuestos en el Catecismo de la Iglesia, en las Catequesis sobre los valores humanos y en las distintas intervenciones del Magisterio, como las Encíclicas Humanae Vitae, de Paulo VI; la Evangelii Nuntiandi y la Familiaris Consortio, de Juan Pablo II, y ahora, en los resultados del Sínodo de los Obispos, quienes reflexionaron sobre las cuestiones que afectan a la Familia y a la Nueva Evangelización.

Lo esencial es que estemos todos atentos a la enseñanza de los Pastores; que seamos conscientes de que adelante tenemos una cultura que ha dejado de ser cristiana y que plantea toda una ingeniería social blindada en cuanto a la manipulación del lenguaje y de las conciencias, mediante lo cual ha ido ganando voluntades, en nombre, siempre, de la libertad y del progreso. Reconozcamos las enseñanzas de Jesucristo, la vocación al amor, al matrimonio, al bien de la familia, porque como institución, la Iglesia ha buscado siempre el bien común y está al servicio de la construcción de la Sociedad.


-Monseñor Juan Antonio, usted ha dicho que la Iglesia es lugar de justicia y es donde se vive la verdad. ¿Qué ha pasado, entonces, con tanta gente que ya no lo cree?

-Posiblemente hay quienes se han dejado llevar por las tradiciones religiosas, sin profundizar en su Fe, que no han escuchado la voz del Concilio Vaticano II ni atendido la enseñanza pontificia que advertía de la necesidad de ir construyendo, en cada Parroquia, auténticas comunidades. Cuando digo que la Iglesia es un lugar donde se puede vivir la justicia, la libertad, el amor, la paz, es porque no es simplemente una asociación de personas piadosas que cumplen sus devociones, sino un lugar donde se pueden vivir los principios que nacen como bienes de la persona, y eso sólo es posible si se crean auténticas comunidades cristianas, donde se escuche la Palabra, se celebre la Eucaristía, se administren los Sacramentos y se compartan los bienes. La Iglesia, Cuerpo de Cristo, es la respuesta a todos los requisitos que pide el corazón humano, al amor y a los pobres, porque es ahí donde todos vivimos como hermanos.


-Por último, usted aseguró que la única forma de defendernos de los ataques contra la vida, es uniéndonos; ¿cómo debemos hacerlo?

-Debemos asociarnos y agruparnos, y el lugar natural es la propia Parroquia como comunidad cristiana, o bien, incorporándonos a Movimientos y Organizaciones. Hay que dejar atrás el paradigma cultural individualista de ‘sálvese quien pueda’, y estar conscientes de que formamos un cuerpo con distintos miembros. Hay que estar atentos a lo que está pasando a nuestro alrededor para que, organizadamente, podamos llevar adelante un programa común de auténtica Fe y acción cristiana que alcance también la organización de la Sociedad en todos los niveles: familiares, sociales, políticos y culturales, donde se entienda y se valore en todas sus dimensiones al ser humano.


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