jueves, 30 de octubre de 2014

Diagnóstico realista

¿Debiera haber Obispas?


sacerdotisa3


Luis de la Torre Ruiz

México, D.F.


Que la Iglesia de Inglaterra apruebe el acceso de las mujeres al Obispado, no tiene nada de extraño. La Iglesia Anglicana, desde Enrique VIII que declaró su autonomía en 1534, es una Iglesia de Estado, “Católica, aunque no Romana y Evangélica, aunque no protestante”. Isabel I dio lugar a una Iglesia que era a la vez Católica y Reformada, teniendo al Monarca inglés como su Gobernador Supremo; es decir, como cabeza de la Iglesia de Inglaterra. El Rey o la Reina son la primera personalidad que ocupa un papel importante, tanto en las ceremonias religiosas, como en las coronaciones. Ningún Clérigo puede ser nombrado ni ser instalado en una Parroquia sin prestar antes el Juramento de Lealtad a Su Majestad.

La dirección de la Iglesia Anglicana va, pues, siempre de la mano del Poder. La Iglesia de Inglaterra se distingue especialmente por tener como principal herencia su amplitud de criterio y su liberalidad, fincada en la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y la Razón, aunque eso de la Tradición Apostólica es del todo cuestionable, ya que los Obispos Anglicanos no son de sucesión apostólica porque, al separarse de la Iglesia Católica Apostólica Romana, los Obispos que dirigieron la Anglicana no fueron ordenados por Roma, sino nombrados por el Estado inglés. El Papa León XIII, en 1896, decidió desconocer la validez de las Órdenes Sagradas conferidas con el Rito Anglicano.


Siempre “por la libre”

La Iglesia Anglicana es un gesto de autosuficiencia típicamente inglés. Su liberalismo va más allá de la Fe en Cristo, y no digamos de la Autoridad de un Papa. Se trata de una Iglesia ‘feliz’ que tiene por norma la defensa de los llamados derechos civiles antes que cualquier cuestionamiento teológico. Así, aparece el “derecho” de la mujer al Diaconado, al Presbiterado y al Episcopado. La primera mujer consagrada al Episcopado fue Bárbara Clementine Harris, como Obispa de Massachusetts en 1990, y la misma actitud prevalece ya en la mayoría de las Provincias Anglicanas de todo el mundo.

Inglaterra se había retrasado. Pero hoy, el Arzobispo de Canterbury, Justin Welby, baila de contento por haber obtenido el respaldo de más de dos tercios del Sínodo que dio luz verde para el Obispado femenino. Si no hubiera sido suficiente la votación a favor, la Iglesia de Inglaterra se plantearía la medida de presentar, en la Cámara de los Lores, una propuesta para forzar la aprobación. Aquí está el Estado presente. Como una muestra de “Iglesia-Estado”, al aprobarse la Ley del Obispado femenino, el primero en aplaudirla fue el Primer Ministro británico, el conservador Davis Cameron, secundado por el agnóstico líder liberal demócrata Nick Clegg. Y otro más: el laborista Ed Miliband, que se define como un “judío ateo” porque no cree en Dios, pero sí en la Religión como parte de la cultura… Ésta es, pues, la “pérfida Albión”, orgullosísima de su Iglesia.

La actitud de los anglicanos ante la homosexualidad es otra presunción de su liberalismo. La Diócesis de New Westminster y la Iglesia Anglicana del Canadá han bendecido ya las uniones entre personas del mismo sexo. La Diócesis de New Hampshire, de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos, ha consagrado a Gene Robinson como Obispo después de que éste había declarado oficialmente su condición homosexual ante su Diócesis. Por ese camino, nos acercamos al momento de ver legalizados religiosamente por ellos, el aborto, el suicidio y la eutanasia. Todo, en nombre de la libertad y los derechos humanos.


Desde El Vaticano
Buena tarea tiene el Papa Francisco para sostener los valores de la Iglesia Católica Apostólica Romana ante el materialismo y el individualismo que está permeando el mundo. Su prudencia y su sabiduría habrán de marcar el camino para fortalecer la Fe de una Iglesia que pasa por verdaderas crisis de unidad, de amor, de convencimiento. Y es la autoridad del Papa la que, primordialmente, cuestionan y rechazan millones de creyentes cristianos: la Iglesia Ortodoxa, los Luteranos, los Calvinistas, los Anglicanos y la multitud de Iglesias Evangelistas, todos a una contra la autoridad papal, que han hecho del Cristianismo un mosaico de verdades a medias, de verdades rentables, de verdades estatales.

La personalidad de Francisco, su auténtica espiritualidad y sus muestras de humildad como el perdón que ha pedido por todos los pecados de la Iglesia, así como su sobriedad practicada en el uso prudente de ornamentos, ropajes, vehículos, estancias, y su palabra misma, han venido a fortalecer espiritualmente la Cátedra de San Pedro. Con esta bendición estamos invitados a no regatear nuestra unidad con el Papa y su Alegría del Evangelio.

La condición humana, sin embargo, hace difícil unificar la unidad de criterios, y Francisco no es precisamente una ‘monedita de oro’ para ser aceptado por todos y cada uno de los católicos. Arthur Brooks, un católico intelectual, conservador, consejero de la élite del Partido Republicano, tiene en su despacho una fotografía de Benedicto XVI y no de Francisco. Está resentido con él por sus críticas al materialismo y a la idolatría del dinero. Brooks cree firmemente en las bondades del capitalismo.

Si eso piensa un católico de tal manera que le hace desdeñar el pensamiento del Papa ¿qué puede esperarse de Anglicanos y demás? ¿Por qué esperar que las aprobaciones de la Iglesia Anglicana vayan a estar de acuerdo con la Doctrina del Papa?


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