jueves, 23 de octubre de 2014

Fieles a Dios y al hombre

Juan López Vergara


El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece el día de hoy revela que el Mandamiento principal de Jesús, que debe dar sentido y orientación a toda nuestra vida, es el amor único a Dios y a nuestros hermanos; amor que no consiste en un mero sentimiento, sino en un comportamiento responsable y solidario (Mt 22, 34-40).


Rechazo de una ética casuística

Un fariseo, experto de la Ley, malintencionadamente se acercó a Jesús para ponerlo en dificultades (véanse vv. 34-35). San Jerónimo destaca que buscó a Jesús “no con el deseo de saber, sino para tentarlo”. Acudió al Señor no como discípulo sino como tentador, y le planteó: “Maestro, ¿cuál es el Mandamiento más grande de la Ley?” (v. 36). Era una cuestión discutida entre los Rabinos, y por eso abordó a Jesús como Maestro. El Profeta Miqueas aseguró: “Se te ha hecho saber, hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: tan sólo respetar el derecho y amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios” (6, 8). Sin embargo, el estudio de la Ley les había llevado a deducir de ella una serie interminable de 613 Mandamientos, que eran incapaces no ya de cumplirlos, sino incluso de recordarlos. Jesús rechazó esa inhumana ética casuística por haber perdido su propósito unificador capaz de orientar al israelita (compárese Mt 23, 4).


Un amor íntegro, no dividido

Jesús respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los Mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos Mandamientos se fundan toda la Ley y los Profetas” (vv. 37-40). Jesús unió dos textos. El primero lo recitaba cada día el judío piadoso como parte de su oración: Shemá (véase Dt 6, 5). Este amor debe ser con todo el corazón: íntegro, no dividido; con toda el alma: con la vida entera, y, con toda la mente: en una búsqueda del conocimiento pleno de Dios. El segundo, corresponde a un pasaje de Lv 19, 18. Ser el Mandamiento primero, significa dar sentido a todo lo demás.


“Señor, amigo de la vida…”

Los dos son inseparables: quien da su adhesión a Dios, ha de conformar su conducta a la conducta de Él: “A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida” (Sb 11, 26). Por lo tanto, la única manera de interpretar adecuadamente la Buena Nueva anunciada por Jesús radica en centrar nuestra vida en una doble fidelidad a Dios y al hombre.

Pero, ¡cómo podemos ser fieles a Dios y al hombre si permitimos que el vientre de nuestras madres se convierta en el sepulcro de nuestros pequeños! Recordemos que el Señor Jesús, en el momento de recapitular la Historia, nos dirá: “En verdad os digo que cuanto hicísteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicísteis” (Mt 25, 40).


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