Juan López Vergara
El pasaje del Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, compendia la obra del Evangelista San Mateo al presentar a Jesús como el Señor de la Historia, quien nos revela que en el dolor del pobre, en el clamor de los oprimidos, descubrimos el lugar teológico por excelencia: el compromiso en favor de los necesitados constituye el nervio de nuestra Fe, por la clara identificación entre Jesús y los pobres (Mt 25, 31-46).
Significativos títulos cristológicos
Es un texto exclusivo del Evangelio según San Mateo, que muestra su visión eclesiológica, y en cuya base descubrimos una sorprendente cristología. Es una página en la que conjunta importantes títulos cristológicos: ‘Hijo del hombre’ (v. 31a); ‘Rey’ (v. 31b; 34; 40); ‘Pastor’ (v. 32); ‘Señor’ (v. 37; 44); también, de forma implícita, el título de ‘Hijo’, cuando el Rey dice a quienes haya colocado a su derecha: “Vengan, benditos de ‘mi Padre’, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (v. 34). También alude al título de ‘Emmanuel’ con el que Mateo forma una aleccionadora inclusión en su obra, por ser el primero (véase 1, 23) y el último que otorga a Jesús: “Y he aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (28, 20).
Hemos de repensar nuestra escala de valores
Para el Evangelista, el problema cristológico fundamental radica en situar a Cristo en la Historia, lo cual en el texto se nos revela con meridiana claridad, cuando al final de cada diálogo, Jesús, el Hijo del hombre, el Rey, el Hijo, el Pastor, el Señor, asegura: “cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron” (v. 40; compárese: v. 45). Jesucristo, nuestro Salvador, prolonga su Encarnación en el rostro del hermano necesitado, alentándonos a vivir en plenitud nuestra libertad de hijos de Dios. Esto implica el riesgo de la libertad creadora, porque si no nos arriesgamos creativamente, ponemos en peligro no sólo la solidaridad sino nuestra propia salvación.
Jesús nos invita a repensar nuestra escala de valores, exhortándonos a constatar que lo más excelente del Universo es el hombre y, de él su libertad y, de ella, el amor y, de éste último, el amor de caridad. ¡Cuánta razón tenía mi madre al repetirnos constantemente aquellas enseñanzas del Catecismo de Ripalda: “¿Quién es el más grande a los ojos de Dios? El que tenga mayor caridad, sea quien sea”.
LA caridad, factor de comunión
El Padre Francisco de Asís de la Rosa Patrón, Asesor Diocesano de Cáritas, explica que la caridad es el lenguaje con el que la Iglesia puede comunicarse con el mundo de hoy, porque es un factor de comunión, ya que: “No puede negarse nadie a hacerle un bien a alguien. Ésta es una de las mejores vías para evangelizar actualmente. ¿Y para qué queremos evangelizar? El Papa Francisco ha respondido muy claro: para que la gente sea feliz, pues solamente a través de Jesucristo podemos llegar a ser plenos” (Semanario, 12/Oct/2014, pág. 23).
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