jueves, 9 de octubre de 2014

Genocidio de cristianos

Parece que no hay forma de detener esta masacre en comunidades de

Irak, Siria, Sudán y Nigeria.


Una espantosa pesadilla tomó forma real sobre las comunidades cristianas desde el 16 de julio, cuando miles de cristianos de la Ciudad de Mosul, en Irak, se encontraron con que miembros del grupo denominado “Estado Islámico” les amenazaron con que tenían de plazo hasta el sábado 18 del mismo mes para convertirse al Islam, abandonar la ciudad, o ser pasados por la espada.

Los policías y soldados huyeron de sus posiciones y abandonaron sus armas. Los militantes tomaron su lugar en edificios y avenidas de la urbe. No había presencia alguna de fuerzas gubernamentales en las calles; únicamente militantes del “Estado Islámico”.


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Inhumano es poco

Las consecuencias del ataque son las terroríficas imágenes que muestran a hombres y niños cristianos torturados, crucificados y decapitados, y a sus mujeres violadas y secuestradas para ser vendidas como esclavas sexuales de esta turba enfurecida; pero esas imágenes son lo menos, pues se sabe de otras brutalidades perpetradas, como el juego de futbol con cabezas de cristianos.

Ante este horrendo genocidio contra cristianos, mayoritariamente ortodoxos, el Cardenal Pietro Parolín, Secretario de Estado de la Santa Sede, aprovechó la coyuntura de la 69ª Sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el 29 de septiembre, para denunciar la tragedia y pedir la colaboración de las naciones.

Señaló el purpurado: “Es un reto que, con todos sus aspectos trágicos, debe impulsar a la comunidad internacional a promover una respuesta unificada, basada en criterios jurídicos sólidos y en la voluntad colectiva de cooperar para el bien común”. Y agregó que “la Santa Sede considera útil centrar la atención en dos áreas principales. La primera es hacer frente a los orígenes culturales y políticos de los desafíos contemporáneos, reconociendo la necesidad de estrategias innovadoras para abordar una serie de problemas internacionales en que los factores culturales juegan un papel fundamental. La segunda, es analizar a fondo la eficacia del Derecho Internacional en la actual coyuntura, y su provechosa implementación en los mecanismos propios de la ONU para evitar la guerra, detener a los agresores, proteger a la población y ayudar a las víctimas”.


La perversión superada

Más adelante, apuntó con urgencia: “La situación actual requiere una comprensión más incisiva de este derecho, prestando especial atención a la responsabilidad de proteger. De hecho, una de las características del reciente fenómeno terrorista es que no tiene en cuenta la existencia del Estado y, en consecuencia de todo el orden internacional… También socava y rechaza todos los sistemas jurídicos existentes, tratando de imponer el dominio sobre las conciencias y un control completo sobre las personas… La naturaleza global de este fenómeno, que no conoce fronteras, es precisamente la que hace que el marco del Derecho Internacional sea la única forma viable de hacerle frente… Esta realidad necesita unas Naciones Unidas renovadas para fomentar y preservar la paz”.

No ocultó los límites que están viviendo esos cristianos: “Por lo tanto, la situación actual, aunque de hecho sea bastante grave, es también una ocasión para que los Estados miembros honren el verdadero espíritu de la Carta de las Naciones Unidas, haciéndose eco de los trágicos conflictos que desgarran pueblos y naciones enteras. Es una pena que, hasta el momento, la comunidad internacional se haya caracterizado por voces contradictorias, e incluso por el silencio con respecto a los conflictos en Siria, Oriente Medio y Ucrania”.


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Peor que el Infierno

En el fondo, subyacen fundamentos políticos, económicos y territoriales, pero es indiscutible que lo que apasiona a esta turba proviene de las Escrituras del Islam, contenidas en el Corán, y que convocan a una “Yihad” o “Guerra santa”, en el nombre de Alá.

Estos son algunos ejemplos: “Maten a los infieles dondequiera que los encuentren. ¡Captúrenlos! ¡Asédienlos! ¡Tiéndanles emboscadas por todas partes!” (9.5). “Infundiré el terror en los corazones de quienes no crean. ¡Córtenles el cuello, péguenles en todos los dedos!” (8: 12). “Así fue extirpado el pueblo que obró impíamente. ¡Alabado sea Dios!” (6: 45). “Si no se mantienen aparte, si no les ofrecen someterse, si no deponen las armas, apodérense de ellos y mátenlos donde den con ellos” (4: 91). “Serán muertos sin piedad, o crucificados o amputados de manos y pies” (5: 33). “Malditos, serán capturados y muertos sin piedad donde quiera que se dé con ellos” (33: 61).

¿Se ha desatado, acaso el Infierno? ¿Será posible detener esta embestida fundamentalista? No es la primera vez que el Islam se lanza contra el Cristianismo, y siempre ha sido necesaria la legítima defensa. Las palabras del Secretario de la Santa Sede son una voz de alerta y de alarma, que es necesario escuchar.


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