La Familia: entre el deterioro y la esperanza
Este domingo se inicia el Sínodo Extraordinario de los Obispos, Delegados y Especialistas en la Iglesia Católica, con un Tema de palpitante actualidad y urgencia singular: “Los desafíos pastorales de la Familia, en el contexto de la Evangelización”. El cuaderno de trabajo, surgido de una minuciosa consulta a todas las Iglesias del mundo, también conocido como “Instrumentum Laboris”, marcará las pautas para enfrentar problemas relevantes y preocupaciones causadas por “guerras intelectuales” y otros olvidos punzantes que cunden alrededor de esta institución humana.
Grande y frágil como es, en la Familia hay agua que se escurre en los afanes de modernidad que pretenden disolverla, pero también es piedra impenetrable e indestructible que se endurece con el dolor y se aferra a los filones de vida que le quedan.
Hoy, ciertamente, la Familia, en muchas latitudes, aparece robada en su identidad y cercenada en sus mejores valores. Pero no ha sido vencida. Hay miles de oraciones y esfuerzos para sacarla de su agonía; son las protestas del creyente que quiere escribir otros renglones para las nuevas Familias. El Sínodo de los Obispos, con el Papa Francisco a la cabeza, buscará remedios y palabras de esperanza.
En muchos rincones de la Patria hay lágrimas verdaderas y dolor genuino ante determinadas situaciones hogareñas, mas no queremos rendirnos a ver que la Familia, una obra de arte preciosa, se desgaste con el tiempo o que sea destruida con el vandalismo de otros y la violencia de nosotros mismos. Debe ser una institución imborrable en el devenir histórico de nuestra Sociedad, a pesar del desprecio que le ofrecen las propuestas de cambios, supuestamente progresistas, procedentes de pseudo Legisladores, plenas de atropellos, saña perversa e intereses inconfesables.
La vida humana es transitoria en cada generación; al presente están quebrantadas sus fortalezas; la más singular de ellas, la Familia, sobre la cual insisten algunos en que es menester “dejar atrás conceptos rancios”, en favor de la modernidad, sobre todo en lo que se refiere a las “ataduras religiosas”, que consideran como principales obstáculos para esos “avances”. Al presente, generaciones distintas del planeta sufren en un mundo enfermo. Si seguimos por este camino, veremos situaciones mortales. Nos urge, pues, una visión diferente de la Familia.
Cada generación tiene su tarea; hoy es necesario rescatar la institución familiar de abismos peligrosos, que muchas veces nosotros mismos hemos ido cavando con permisividad absoluta e inconsciente. Por estas veredas y barrancos profundos en los que vamos cayendo se tardarán generaciones enteras en salir, si no reaccionamos a tiempo. Claro, también está la ternura de Dios, que hemos olvidado… parece que escurrimos nuestras decisiones en ciertos avances de la Ciencia y la Tecnología; y las fortalezas profundas del ser humano las cancelamos y destruimos.
Generaciones enteras hemos transitado entre la veleidad y el disfrute pasajero que busca destruir el círculo del verdadero amor, el que protege la Familia. La libertad se ha vuelto una aventura endeble que nos remite siempre a pagar el costo de nuestros errores. Al final de cada día hay bendición o maldición para cada hogar; nunca faltará la oportunidad de escoger.
Es imperioso, por tanto, oponerse a la cínica postura de Organismos internacionales respecto a la Familia. Hay que defender esta Institución denodadamente, enfrentando la fuerza del imperio económico que intenta reemplazar la esencia prioritaria del hombre, el amor. Hay que resistir los coletazos de propuestas maquiavélicas de organismos de nivel mundial, que pretenden arrastrarnos a la destrucción con la complacencia de los poderosos y con el silencio de muchos.
El Sínodo de los Obispos, reunidos en Roma, aportará, sin duda, abundantes luces en torno a este trascendental asunto.
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