Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Queridas hermanas y hermanos:
Dios se nos da conocer como un Dios de vida, que no quiere la muerte sino la vida en plenitud. Los que creemos en Jesucristo tenemos el compromiso de trabajar por la dignidad de todas las personas, para que su dignidad de vida no se vea mancillada, no se vea disminuida.
La vida es un concepto amplio, ante el cual nosotros tenemos que manifestar el mismo interés, el mismo amor y disponibilidad que Cristo tuvo para protegerla y salvarla.
Vivimos momentos en los que la vida -y su dignidad- se ve amenazada de muchas maneras. Los discípulos de Jesús estamos llamados, a la luz de nuestra Fe, a hacer cumplir los valores de la vida.
Estamos enterados de la disposición que la Suprema Corte de Justicia ha hecho sobre la institución matrimonial. Oponerse al mal llamado “matrimonio entre personas del mismo sexo” no significa estar a favor de desconocer los derechos que tienen las personas homosexuales.
Sobre esta premisa, si así fuera, no tendríamos la posibilidad de expresar nuestra divergencia, porque se interpretaría como un acto de homofobia o como un acto de odio que tiene que ser castigado por la Ley. No podríamos acogernos ni siquiera al derecho de la libertad de expresión ni al derecho de la libertad religiosa.
Oponerse al “matrimonio de personas del mismo sexo” es estar, sencillamente, a favor de que un hombre y una mujer puedan casarse, porque pareciera que este derecho, de un hombre y una mujer, ya no existe. Cuando un hombre y una mujer acudan ante las Leyes, éstas les ofrecerán un esquema que ya es solamente una parodia de lo que fue la institución matrimonial, por milenios, en la Humanidad.
No nos engañemos. No es que las uniones de un hombre con un hombre, de una mujer con una mujer, hayan sido elevadas a la categoría de Matrimonio. No. Estamos ante una degradación del Matrimonio, reducida a una mera unión homosexual.
Esto tiene consecuencias gravísimas, ya que, de acuerdo a esta resolución, todo lo que significa la institución familiar tiene que ser cambiado. El conjunto de formas que prácticamente la Sociedad ha adoptado de manera objetiva, biológica, ahora tiene que ser ajustado para que encaje en los intereses de un grupo minoritario. Me refiero, por ejemplo, a la adopción de los hijos, a la patria potestad, y a tantos otros aspectos que han fortalecido la institución familiar.
También la Fe tiene que ver con esto, porque es una amenaza a la plenitud de la vida, a la verdadera vida que Dios nos ha dado como hijos suyos. Pareciera que el Maligno, todavía ahora, desafiara a Dios como si tuviera poder de ofrecer a los hombres una creación alternativa. Y esos hombres ven que está muy bien esa alternativa.
Pareciera que el Demonio desafiara a Dios, diciéndole: “Tú les das libertad; yo les doy arbitrio. Tú les das Amor; yo les doy sensaciones, sentimientos, lo que a ellos les parezca expresión del amor, así haya compromiso o no”.
Ante este desafío, nosotros, discípulos del Señor, no tenemos más que apegarnos al Proyecto de Vida, de Amor y de Libertad que Dios ha hecho para nosotros, sus hijos.
Que la vida y la dignidad de nuestra vida brille para todos, respetándonos, aceptándonos, pero con el compromiso de hacer valer nuestra Fe en el Dios de la Vida que se nos ha manifestado, en plenitud, en Jesucristo Nuestro Señor.
Yo les bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
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