jueves, 23 de julio de 2015

Contemplar el Misterio con los ojos interiores

Juan López Vergara

El pasaje del Evangelio que nuestra Madre Iglesia celebra hoy, recuerda la multiplicación de los panes, el único milagro de Jesús que aparece en los Cuatro Evangelios, con claro colorido eucarístico, pero que en Juan está más elaborado, por su contundente orientación cristológica (Jn 6, 1-15).

¿Cómo compraremos pan?
Estando cerca la Pascua, Jesús fue a la otra orilla del lago, seguido de una multitud que había visto los signos que hacía; subió al monte y se sentó con sus discípulos (véanse vv. 1-4). Entonces, al ver que mucha gente lo seguía, dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” (v. 5). Este milagro se dirige a una de las necesidades básicas del hombre: el alimento.

Felipe y Andrés representan la visión humana
En el relato de Juan, la iniciativa corresponde por completo a Jesús, quien echa una mirada sobre el pueblo, y pregunta a Felipe “para ponerlo a prueba, pues Jesús bien sabía lo que iba a hacer” (v. 6). Actúa así para aquilatar la confianza que su discípulo le tenía. El milagro no tiene como finalidad primordial alimentar a la multitud, sino revelar a Jesús. Felipe, originario de Betsaida, conoce la región y lo alejado que está el lugar; sabe de negocios y hace cálculos (véase v. 7).
Después, interviene Andrés diciendo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” (vv. 8-9). El pan de cebada era el pan del pobre (compárese II Re 4, 42). Felipe y Andrés representan la visión meramente humana, de un realismo impotente, forzada a calcular sin resolver.

¡Jesús es el pan que necesita la Humanidad!
Jesús, ante esa multitud, que sumaría unos cinco mil hombres, “tomó los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron” (vv. 10-11). La fórmula es eucarística. El verbo eujaristeô, traducido ‘por dar gracias’, es utilizado en la Última Cena (compárese Mc 14, 23 y I Co 11, 24).
Habiéndose saciado, los discípulos recogieron los pedazos sobrantes, llenaron doce canastos, y “entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: ‘Éste es, en verdad, el Profeta que había de venir al mundo’” (vv.12-14). Pero Jesús huyó a la montaña porque querían nombrarlo Rey (véase v. 15). Se negó a ser el Rey que ellos esperaban, porque su Reino no es de este mundo (compárese Jn 18, 36). El Poder de Jesús fue malentendido.
El relato de San Juan es como una parábola en acción, subraya la intervención de Jesús, quien provoca al discípulo, da las órdenes antes y después, y Él mismo reparte el pan. El interés del Evangelista no está centrado en el hecho, sino en su significado, comprensible sólo desde la Fe, pues es un signo que apunta a otro pan, capaz de saciar de verdad el hambre.
¡Jesús es el Pan que necesita la Humanidad!, pero es menester “contemplar todos los misterios con los ojos interiores; esto es, espiritualmente” (San Juan Crisóstomo).

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