jueves, 16 de julio de 2015

Pastores con la ternura de Dios

Juan López Vergara

La Madre Iglesia nos ofrece para este domingo una escena del Santo Evangelio según San Marcos, que tiene una clara intención eclesial: mostrar la compasión y ternura de Jesús, el Pastor mesiánico, que prepara la mesa del banquete escatológico (Mc 6, 30-34).

“Vengan conmigo…”
Los Doce regresaron de su ‘noviciado pastoral’, convertidos en Apóstoles, “para reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” (v. 30). Su retorno da la impresión de que su misión fue un éxito; son muchos los que ahora acuden a ellos.
Jesús, dando ejemplo a la futura Iglesia, los invitó a descansar en su presencia: “‘Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco’. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer” (v. 31). El reposo de los Apóstoles, más que ambientarlo en un lugar concreto, debemos situarlo junto a la Persona de Jesús, donde recuperan sus fuerzas gozando de su intimidad. En el Evangelio de Marcos, paulatinamente Jesús se va recogiendo en el círculo más íntimo de sus discípulos, que servirá de modelo a las comunidades posteriores, en las cuales, junto a la acción misionera, se cultivará el recogimiento y la meditación (compárese Lc 10, 38-42). “Vengan conmigo”, les dijo Jesús.

El reposo de los Apóstoles consistirá en hacer reposar a otros
Enseguida sucedió algo inesperado: encontraron una multitud que les había tomado la delantera, pues “la gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron” (vv. 32-33). La Voluntad del Padre es imprevisible. El reposo de los Apóstoles consistirá en hacer reposar a otros, aprendiendo de la compasión y solicitud amorosa de Jesús por un pueblo que se asemeja a un rebaño sin pastor: “Cuando Jesús desembarcó, vio una inmensa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (v. 34).

Jesús personifica la compasión de Dios
La compasión es la cualidad primordial de Dios: “Yahvé pasó por delante de Moisés y exclamó: ‘Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad’” (Ex 34, 5-6). La tradición bíblica se refiere a Dios como el Pastor de Israel, quien se desenvuelve con maravillosa ternura, “recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas” (Is 40, 11). Dios dará un Pastor mesiánico al pueblo; promesa que mira al fin de los tiempos (compárese Ez 34, 23).
Jesús actúa como el Mesías prometido, personificando la compasión de Dios. Jesús asumió la tarea de Pastor de esas ovejas venidas de todas partes, buscando siempre la unidad (compárese Jn 10).
En Jesucristo se realiza la reunión escatológica. Los miembros de la Iglesia nos vemos a nosotros mismos como integrantes del rebaño de Dios, sobre el que el Jesucristo ha sido establecido Pastor, y nuestra esperanza descansa en su inmensa Misericordia.
“El Papa no quiere Sacerdotes que se miren a sí mismos […], sino Pastores conscientes de la ternura de Dios y con ganas de ayudar a quien lo necesite” (Semanario, 21 de junio 2015, Pág. 14).

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