jueves, 16 de julio de 2015

La huella ecológica

Estela de la Encíclica

Mtro. Jorge Enrique Rocha Quintero

Para seguir con la discusión generada por el Papa Francisco a través de la Encíclica Laudato Si, me permito presentar un breve análisis sobre la huella ecológica mundial, que es uno de los métodos más reconocidos para medir el grado de agotamiento de los recursos naturales, tanto a nivel mundial como en distintos países. Para entender la metodología de la huella ecológica hay que conocer tres conceptos clave: huella ecológica, biocapacidad y sobregiro ecológico. Y, a fin de explicar estos términos, retomo las definiciones que nos propone el grupo Global Footprint Network (GFN), que es una de las organizaciones más serias y sólidas en este tema y que ha desarrollado muchos estudios al respecto.

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La métrica para el caso
De acuerdo a GFN, la huella ecológica: “mide la cantidad de tierra y mar biológicamente productivos que un individuo, una región, toda la Humanidad o determinada actividad humana requiere para producir los recursos que consume y absorber los desechos que genera, y compara esta medida con cuánta área de tierra y mar está disponible”. Habitualmente, la huella ecológica se expresa y se calcula “considerando todos los materiales biológicos consumidos y todos los desechos biológicos generados por esa persona en un determinado año. Todos estos materiales y desechos son luego traducidos individualmente a un equivalente de hectáreas globales” .
En contraparte, para GFN, la biocapacidad significa “la capacidad biológica, que es la habilidad de un ecosistema para producir materiales biológicos útiles y para absorber desechos generados por humanos…”, que normalmente se mide por territorios (países o mundialmente).
El sobregiro, según GFN, ocurre “cuando la demanda de una población sobre un ecosistema excede la capacidad del ecosistema para regenerar los recursos que consume y para absorber sus desechos”. Es decir, cuando la huella ecológica de los habitantes de un territorio es más grande que la biocapacidad de ese mismo territorio.
Para GFN, uno de los efectos más preocupantes del sobregiro es que lleva al agotamiento del capital biológico, que es el soporte de la vida en el planeta, además de la acumulación de productos de desecho y contaminantes. Desde esta lógica, lo pertinente es tener una huella ecológica que permita mantener la biocapacidad de los ecosistemas por encima de nuestra capacidad de consumo de recursos naturales a lo largo del tiempo, para asegurar con ello los recursos para las siguientes generaciones.

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Situación de la huella ecológica en el mundo
En el año 2010, siguiendo a GFN, el mundo experimentó un sobregiro ecológico, ya que nuestra huella ecológica anual implica el uso de recursos naturales equivalentes a 1.4 planetas tierras de hectáreas; es decir, hay una sobreexplotación que indudablemente nos lleva a una fuerte crisis ambiental. Ahora bien, la pregunta que necesariamente debemos hacernos: ¿cómo es posible que se mantenga este sobregiro ecológico y que no tengamos un colapso planetario inmediato? Dos son las respuestas.
La primera es que lo que unos sobreexplotan, a otros les hace falta; esto es, dicho sobregiro es posible gracias a la inmoral desigualdad mundial; y en segundo lugar, porque la Tierra sigue regenerando recursos, pero no puede hacerlo en la magnitud que se necesita para reconstituir todos los que se requieren para dejar las cosas como antes de los procesos de explotación.
La WWF International dio a conocer el Informe “Planeta Vivo 2014”, de 1970 a 2010, y afirmó que las especies terrestres disminuyeron en 39%. En el mismo período, las especies de agua dulce se redujeron en 76%, y las especies marinas disminuyeron en 39%. O sea, en los últimos 45 años hemos generado una crisis ambiental sin precedentes, que ha afectado de manera drástica la vida en el planeta y ha provocado un severo decrecimiento de la diversidad biológica.

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La huella ecológica de nuestra región
Otra forma de analizar la crisis medioambiental global es midiendo la huella ecológica contra la biocapacidad de cada país. Analizar los datos de todas las naciones supera las posibilidades de este texto, pero para el análisis presentaré los resultados de los países de América del Norte, que nos propone GFN.
He aquí las gráficas de GFN que dan cuenta de la evolución de la huella ecológica y la biocapacidad de Canadá, Estados Unidos y México desde 1961 hasta 2011. La línea uno en las gráficas representa la biocapacidad del país, expresada en hectáreas por persona; la línea dos es la huella ecológica expresada en hectáreas por persona. Si la línea uno está arriba de la dos, se puede considerar que dicho país es sustentable. Si la línea dos está encima de la uno, esa nación tiene un sobregiro ecológico, es decir, consume más recursos naturales de los que su territorio puede proveerle.
Como podemos ver, el único país de Norteamérica que no tiene sobregiro ecológico es Canadá; sin embargo, de 1960 a nuestros días ha perdido casi diez hectáreas de biocapacidad por persona. Es decir, la tendencia muestra que esta nación está en una dinámica de disminución de sus recursos. Estados Unidos, ya desde los años 60 tenía sobregiro ecológico, que en el momento actual representa el doble de su biocapacidad; es decir, para no tener este sobregiro, debería consumir la mitad de lo que ahora consume; dicho de otra forma, debería de dejar de consumir alrededor de tres hectáreas por persona por año. En el caso de México, a partir de los años 80 dejamos de ser sustentables ambientalmente, y tenemos 30 años de sobregiro ecológico, que implica que, en promedio, consumimos el doble de los recursos que nuestro país puede generar.

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