jueves, 9 de julio de 2015

La libertad del paisaje

Borregos arriba EPA

Daniel León Cueva

Si de buscar se trata un encuadre libre de imprevistos, no hay como los parajes del campo, que lo mismo pueden parecer monótonos y estáticos, que espontáneos o improvisados, según lo dicten las condiciones del sol, el viento, las nubes, la vegetación, la lluvia o algún tránsfuga animalejo.
Remarca la sabiduría de los rancheros (y la sustentan con sólo voltear al cielo) que “los borreguitos anuncian la lluvia”. Por algo será que observan, predicen, previenen, atinan y comparten.
Allá arriba, las vaporosas gasas se arrebujan, y jugando con el tiempo y con el aire, dibujan caprichosamente figuras y geometrías, como pretendiendo ganar distancias más elevadas, donde campea el nimbo y desde donde se divisa todo.
Acá abajo, la breña, las plantas y arbustos quisieran arañar las nubes, juntarlas y hacerlas nubarrones para exprimirles mantos de agua. Que al fin y al cabo el calendario rubrica ya los días del temporal.
Son los ciclos de los ciclos, que se repiten por los siglos.

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