jueves, 2 de julio de 2015

EDITORIAL

Ante “el cochinero del mundo”, una respuesta valiente; Laudato si’: necesaria

El mundo tiene dos clases de basura: una, la originada de la pobreza, y la otra que proviene del derroche, la sobre-explotación de las industrias que han multiplicado sus beneficios al costo de ensuciar el planeta de manera irreversible.
En los llamados países en vías de desarrollo están presentes los desechos humanos de toda especie: plásticos, papel, metales, basura doméstica de miles de hogares que exhiben pobreza. Y del otro lado, en los países de superavit económico, las grandes industrias están ocasionando el cambio climático y el envenenamiento a nivel global.
Durante las últimas décadas han surgido muchas iniciativas para tomar medidas en favor del habitat natural de los seres humanos, ofreciendo reglas a los desarrollos industriales para que la máxima ley sea el respeto de la Naturaleza que garantice la presencia de los seres humanos en todo el orbe. Algunos han afirmado que el “desarrollismo industrial” presenta daños irreversibles; pero nunca es tarde para cobrar conciencia y lograr los cambios de conducta que le den respiro a la Casa común.
Cuando el Papa ofrece al mundo su Encíclica Laudato si’, inspirada en San Francisco de Asís por su amor a la Creación de Dios al servicio de toda la Humanidad, surgen esperanzas nuevas, al igual que cuestionamientos que nos ubicarán en la magnitud del problema y a hacer frente con realismo e imaginación; es menester reparar daños y construir otro mundo diferente al “cochinero que hemos hecho”, por acción o por omisión.
Muchos gobiernos, estudiosos y líderes de opinión ya han manifestado su visión positiva por el incisivo documento, que propone una “ecología integral” para combatir la contaminación del globo terráqueo. Son 192 páginas de reflexión y toma de conciencia en que la Encíclica ofrece un crudo análisis de la situación de la Tierra, los destrozos del “superdesarrollo consumista”, causante de la inequidad social y ambiental. Ciertas conciencias materializadas o desarrollistas a ultranza, por su parte, también ya manifiestan sus desacuerdos.
Esta Encíclica da cuenta de que el cambio climático es, hoy por hoy, uno de los principales desafíos que tiene que afrontar la Humanidad. Se subraya, asimismo, que es una cuestión moral que invita a un diálogo respetuoso en todos los sectores de la Sociedad. Así lo han externado voces muy autorizadas de distintas naciones.
Varios Jefes de Estado de los países industrializados ven con beneplácito este documento papal desde diversas perspectivas. Sin embargo, ciertos segmentos han percibido como una bofetada con guante blanco el que este deterioro se atribuya a determinado desarrollismo economicista y a obscenas leyes del mercado.
Todos coincidimos en preocuparnos por la Casa Común, pero no todos luchamos por un mejoramiento y toma de decisiones de responsabilidad social. Algunos seguimos olímpicamente ensuciando nuestro entorno, mientras localizadas industrias, harto consolidadas, miran estas reflexiones como restricciones para sus ganancias estratosféricas. Y, entre potentados opositores: “No me dejo dictar la política económica por mis Obispos, por mis Cardenales o por mi Papa”, exclamó Jeb Bush, precandidato republicano.
El Santo Padre ha puesto en entredicho y de manera contundente, con esta Encíclica, al sistema capitalista. El Cardenal Luis Antonio Tagle, Presidente de Caritas Internationalis, subrayó que Su Santidad ha invitado a todos a reflexionar, y pide apuntar a otro estilo de vida, “para modificar los sistemas económicos y sociales, que han causado tanto mal”. Hay grandes esperanzas, hay oposiciones, hay acuerdos de que es un problema común Está en juego el futuro, ni más ni menos.

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