jueves, 15 de mayo de 2014

Quien me ve a Mí, ve al Padre

Juan López Vergara


Nuestra Madre Iglesia dispone en la Mesa de la Eucaristía un texto bellísimo del Señor Jesús. Se trata de un pasaje que pertenece a los conocidos “Discursos de despedida”, según el Evangelista San Juan. Las palabras de Jesús evocan su testamento espiritual, en el que orienta a los suyos sobre lo que sucederá cuando ya no esté físicamente con ellos, exhortándolos a no perder la paz (Jn 14, 1-12).


UN LLAMADO A CONFIAR EN ÉL

El pasaje está inserto dentro del primero de los referidos discursos (Jn 13, 31–14, 31); presenta la forma de un diálogo, en el cual, a través de preguntas y respuestas, Jesús ofrece las aclaraciones pertinentes. Inicia con una invitación a vivir serenamente, fundada en la Fe en Jesús, quien marchará delante para preparar un espacio a los suyos (vv. 1-2 compárense con Dt 1, 19-33 – esp. v. 33 -, texto en el cual se persuade al pueblo a confiar en Dios).

Jesús volverá resucitado para llevarse a sus discípulos y, les promete, “para que donde Yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy” (vv. 3-4).


JESÚS MISMO ES LA TEOFANÍA

Las palabras de Jesús provocaron, primero, que Tomás le solicitara una explicación: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” (v. 5). Jesús, entonces, se presenta a Sí mismo como “el Camino, la Verdad y la Vida” (v. 6); más aún, categórico, afirma: “Si ustedes me conocen a Mí, conocen también a mi Padre” (v. 7).

Pero Felipe se siente desbordado ante el Misterio de la Persona de Jesús, y por ello le pide a su Maestro que les muestre al Padre (véase v. 8). La respuesta de Jesús es contundente: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a Mí, ve al Padre” (v. 9).

Jesucristo viene a colmar el profundo anhelo que anida en el corazón del hombre, que en voz del orante clama: “Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver el rostro de Dios” (Sal 42, 3).


JESÚS OSTENTA EL AUTO-RELATO DEL PADRE

Terminamos con un hermoso relato, de matriz judía: “Le preguntaron a un Rabino: ‘¿Por qué Dios creó al hombre?’. El Maestro contestó: ‘Porque a Dios le gustan los cuentos. Y cada hombre es un relato precioso de Dios’”.

Si bien nosotros los cristianos, partiendo del don de la Fe en Cristo Jesús, creemos que Él es el relato más hermoso jamás contado, puesto que es el mismísimo relato del Padre: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18); por ello, los exhortamos, en especial en este Tiempo Pascual, a agradecer a Dios el vocacionarnos con el fin de “reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el Primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29).


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