lunes, 5 de mayo de 2014

Cristo Resucitado ha vencido a la muerte

“Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es” (I Juan 3:2).


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Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez


LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

NO ES INVENTO DEL OCIO
Los poderosos de este mundo pensaban que eliminando a Cristo de la faz de la Tierra los problemas se habrían terminado. No sabían que Dios habría de levantar a su Hijo del sepulcro y lo habría de sentar victorioso a la diestra de su Reino.


LA RESURRECCIÓN ES UNA VERDAD FUNDAMENTAL

DEL CRISTIANISMO


Cristo verdaderamente resucitó por el Poder de Dios. No se trató de un fantasma ni una mera fuerza de energía ni de un cuerpo revivido como el de Lázaro, que volvió a morir. La presencia de Jesús Resucitado tampoco fue una alucinación por parte de los Apóstoles. Y ahora, cuando nosotros los cristianos decimos “Cristo vive”, no estamos usando una manera figurada de hablar, como piensan algunos, para decir que vive sólo en nuestro recuerdo. No, la Cruz, Muerte y Resurrección de Cristo son hechos históricos que sacudieron el mundo de su época y transformaron la Historia de todos los siglos. Cristo vive para siempre con el mismo cuerpo con que murió, pero éste ha sido transformado y glorificado (Cf. Cor.15:20, 35-45) de tal manera que goza de un nuevo orden de vida como jamás lo vivió ser humano alguno.


LA GRACIA EN EL HOMBRE, COMO FRUTO DE LA

RESURRECCIÓN


La vida de Cristo la vivimos por la Gracia. Los que son de Cristo participan de esta vida nueva de Cristo desde el Bautismo. Mas esta vida activa se puede perder por el pecado mortal, pero se puede recuperar por el perdón sacramental, y la debemos aumentar viviendo fielmente nuestra Fe. La Gracia nos da fortaleza, esperanza y la capacidad de un amor sobrenatural. Nos hace capaces de comprender el sentido profundo de la vida y de las luchas, porque nos comunica la perspectiva de Dios.

El cristiano, movido por el Espíritu Santo, vive en Gracia de Dios, preparándose para la continuación de su vida eterna después de la muerte. Esta vida de Cristo la vivieron los Santos (Cf. Rom 6:8) de manera ejemplar. Todos debemos de imitarlos para ser también santos. Sin la Gracia, los hombres caen en un gran vacío, en una vida sin sentido.


TODOS RESUCITAREMOS

Cristo Resucitado es el primer fruto (Cf.1 Cor 15:20) de la Nueva Creación. Con su Cruz, Él abrió las puertas para que nuestros cuerpos también resuciten. Por eso, los cristianos no sólo creemos en la Resurrección de Jesús, sino también en “la resurrección de la carne”, como lo profesamos en el Credo de los Apóstoles; es decir, en la resurrección de todos los hombres. Sobre esto, escribe San Pablo: “Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” (I Cor. 15:21,22). Y más adelante afirma: “En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados (I Corintios 15:52).


SÓLO LOS CRISTIANOS GOZAMOS DE ESTE

DON DE LA RESURRECCIÓN


La Resurrección es mucho más que la reencarnación. Es cierto que otras religiones narran hechos sobre algunos de sus dioses que mueren y resucitan, pero ninguna habla de un cuerpo gloriosamente resucitado como el de Cristo, ni de su poder para compartir esta nueva vida con otros. Los judíos no esperaban un Mesías que muriera y resucitara. Algunos tenían la esperanza de resucitar, pero no con cuerpos gloriosos, sino en una resurrección análoga a la de Lázaro (Cf. Is. 26:19; Ez. 37:10; Dn 12:2).

Algunas filosofías y religiones han creído en la reencarnación o en la inmortalidad del alma apartada del cuerpo, pero la fe en la resurrección sólo se encuentra entre los cristianos. Nadie en este mundo puede comprenderlo del todo, pero los que profesamos la Fe de Cristo sí creemos que será como el Cuerpo Resucitado de nuestro Salvador. Será similar, en algunos aspectos, a nuestros cuerpos en su forma actual, pero para los redimidos será un cuerpo transformado y glorificado, a la manera de Él.


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