jueves, 8 de mayo de 2014

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UN EDIFICIO CON HISTORIA

LA DESTRUCCIÓN DEL MERCADO CORONA


Pbro. Tomás de Híjar Ornelas

Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara


fuego 3El domingo 4 de mayo del año en curso, luego de un atardecer aún luminoso y limpio, a eso de las 20.15 horas, el que esto escribe observó, a una distancia de sesenta metros, una pequeña nube de humo negro y espeso, que se hizo visible encima del Mercado Corona del Centro tapatío. Un fuerte viento, en dirección Sureste, atizó en pocos minutos una tea monstruosa, cuyo crepitar no era menor a los aullidos de las sirenas de patrullas, ambulancias y carros-tanque de bomberos, que no pudieron evitar la ruina del inmueble, pero sí que el fuego cundiera. Así, en pocos minutos, terminó colapsado en buena parte un edificio construido en 1963 para ese fin, según diseño del Arquitecto Julio de la Peña.


HACE 114 AÑOS…

El 15 de noviembre de 1910, otro incendio redujo a escombros al Mercado Corona. La publicación ‘Voz de Aliento’, del Seminario Conciliar tapatío, dirigida entonces por el Padre David Galván Bermúdez (luego Mártir y hoy Santo), dio cuenta del espantoso incendio que destruyó el hermoso edificio estrenado 18 años antes, para sustituir la Plaza de Venegas, asquerosa sucesión de malolientes barracas de madera, y al que se impuso el nombre del gobernante que auspició su construcción, el General Ramón Corona.

Al día siguiente de aquellos hechos, aún humeantes los escombros, el cuarto Arzobispo de Guadalajara, don José de Jesús Ortiz y Rodríguez, hizo circular entre su Clero una Carta, en la que, además de lamentar que el desastre dejara “a muchos comerciantes en pequeño en la más completa miseria, y a varios sin los elementos necesarios para seguir trabajando”, exhortó a sus Párrocos a desplegar “todo celo en colectar, entre los fieles confiados a vuestro cuidado, el óbolo caritativo que ha de remediar, de alguna manera, la aflictiva situación de cuantos han visto desaparecer en un momento el fruto de largos años de trabajo”.

Y para ello dispuso: “1º Que el domingo siguiente al en que la presente sea recibida, se hagan colectas en todas las Misas y ejercicios que se celebren en las Iglesias, Capillas, Oratorios públicos y semipúblicos. 2º Que se abran suscripciones para que contribuyan las personas que no pudieren verificarlo en la forma anterior, y 3º Que se remitan a mi Secretaría de Cámara y Gobierno los fondos que se recojan, a la mayor brevedad, para remediar cuanto antes las necesidades de las víctimas del siniestro”.


USOS SAGRADOS Y USOS PROFANOS

En el predio donde estuvo el Mercado Corona tuvo su casa habitación el Presidente de la Real Audiencia de la Nueva Galicia, don Francisco Gómez de Mendiola. Cuando el Papa lo eligió como tercer Obispo efectivo de Guadalajara (1574-1576), era Laico, y rápidamente se le confirió el Orden Sagrado. Fue él quien donó la que fue su casa para que en ella se estableciera el primer Colegio de Niñas que hubo en la ciudad, llamado “de Santa Catalina de Siena”, del que se hicieron cargo las Monjas Dominicas de Santa María de Gracia a partir de 1588. No muchos años después, permutaron con el Cabildo Eclesiástico esa manzana por otra más al Oriente, donde establecieron su Convento, en tanto que el primitivo se convirtió en el Real Hospital de San Miguel y en Camposanto.

Cuando la peste bubónica diezmó a la población tapatía en 1786, Fray Antonio Alcalde y Barriga, Religioso Dominico y Benemérito Obispo de Guadalajara, ofreció al Ayuntamiento construir, con sus recursos, un hospital capaz de tener mil camas para enfermos. Lo prometió y lo cumplió. Entonces el antiguo nosocomio fue demolido, transformándose en la Plaza de Venegas, a la que ya aludimos.


Y AHORA, ¿QUÉ SIGUE?

El Mercado Corona nuevamente desaparecido era una auténtica yesca. Sólo necesitaba una chispa para arder, y eso acaba de ocurrir. Venturoso nos parece que no haya habido pérdida de vidas humanas qué lamentar. Las vetustas instalaciones, la inoperancia de los encargados de los mercados municipales, el hacinamiento de los expendios y el estado de abandono del segundo nivel, ocupado en extensa zona por yerberías, hacían previsible su ruina. Ya pasó… ¿Qué vendrá en su lugar?


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