Peregrinos tapatíos
Fieles de Guadalajara visitaron a La Morenita del Tepeyac. El Cardenal Arzobispo José Francisco Robles les pidió regresar animados y renovados, “con el corazón ardiente, con nuestra Fe fortalecida y con nuestro compromiso renovado para ser testigos de Jesucristo Nuestro Señor en el mundo”.
Sonia Gabriela Ceja Ramírez
El jueves 1° de mayo se llevó a cabo la Peregrinación Anual de la Arquidiócesis de Guadalajara a la Basílica Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México.
La Peregrinación fue encabezada por el Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo Metropolitano, y por los Obispos Auxiliares Juan Humberto Gutiérrez Valencia, Miguel Romano Gómez y José Leopoldo González González, además de unos 45 Sacerdotes y cerca de cuatro mil fieles. A la Caravana se unió también Mons. José Francisco González González, originario de la Iglesia de Guadalajara, y quien desde hace tres meses es Obispo de Campeche.
La bienvenida a la Basílica estuvo a cargo del señor Canónigo Pedro Tapia Rosete, quien, a nombre del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México y actual Custodio de la Imagen, deseó que “el Señor, por la intercesión de Santa María de Guadalupe, les conceda la Gracia de encontrar respuesta adecuada a las necesidades pastorales de su Arquidiócesis, ahora que están cumpliendo 150 años como demarcación eclesiástica”.
Peregrinos del mundo
En su homilía, el señor Cardenal Robles Ortega recordó que todos en esta vida vamos como peregrinos hacia el Cielo. “En este peregrinar hacemos hoy, aquí, un Alto para encontrarnos con Cristo Resucitado. Él vive, Él camina con nosotros y nos señala la meta última de nuestro peregrinar en esta Tierra. Resulta alentador al saber que no estamos solos, pues nos acompaña su Amor y el de la Virgen María, la Madre de Jesús, que es Madre nuestra”.
Luego invitó a los presentes a poner ante Jesucristo, y con la intercesión de la Santísima Virgen María, lo que cada quien lleva en su interior: “penas, tristezas, enfermedades, necesidades. Con toda confianza ponemos en Cristo todo lo que lleva nuestro corazón en este peregrinar por nuestra vida; pero, de una manera muy especial, queremos pedir al Señor que a cada uno nos dé la dicha, la Gracia de ser Misioneros en medio del mundo, de nuestra familia, nuestro trabajo y nuestras comunidades. Que todos nos sintamos comprometidos a dar testimonio del amor que la santísima Virgen María, nuestra Madre, nos tiene”, y enseguida pidió que cada familia asuma el compromiso de transmitir el Amor de Jesucristo.
Señaló que la más grande herencia que pueden dejar los padres de familia a sus hijos es la Fe: “Ayudarles a sus hijos a que conozcan quién es Jesucristo; a que experimenten que no se puede ir por la vida sin la Luz de Cristo; que no se puede ser feliz, no se puede vivir en paz, no se puede vivir produciendo el Bien, si no es en la Fe de Jesucristo”.
En ese sentido, externó la petición de que a cada uno de los asistentes Dios les conceda la Gracia de ser Misioneros en todos sus ambientes y se sientan comprometidos a dar a conocer a Cristo.
De manera especial, pidió que la familia asuma con alegría el compromiso de transmitir el Amor de Cristo a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes, porque la Fe es la más grande herencia que los padres pueden dejar a sus hijos, pues sin Cristo no se puede vivir produciendo el Bien”.
A heredar la Esperanza
Nuestro Pastor Diocesano explicó que a través de la transmisión de la Fe los padres de familia transmiten también el sentido de la vida, y alertó que “la desilusión y desesperanza que viven actualmente muchos jóvenes, es precisamente por la falta de la Luz de Dios.
“Los nuevos Santos Juan XXIII y Juan Pablo II nos hacen sentir animados a caminar a la meta, creciendo en el amor, la responsabilidad que tenemos en el hogar, el trabajo, la familia, según el estado de vida”. Y oró por una renovación interior de todos los presentes.
En la Oración Universal, los fieles se unieron para pedir porque la Nación alcance la paz verdadera, se vean alejadas las injusticias y los egoísmos; que el ejemplo de María lleve fortaleza a los que sufren y esperanza a los decaídos, y para que los cristianos de México colaboren en la prosperidad de nuestro pueblo.
Después, en entrevista para la Página Oficial de la Basílica de Guadalupe, el señor Cura Adolfo Barajas Gutiérrez, Párroco de Santa Teresita, afirmó que “el corazón vibra al estar cerca de la Madre de Dios, que nos acompaña, que nos guía, que con su amor materno nos protege constantemente”. Añadió que “la Fe del pueblo también hace crecer mucho la Fe del Sacerdote, porque el pueblo anima y alienta para que el Presbítero sea un verdadero Ministro de Dios” (Fuente: basilica.mxv.mx).
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