viernes, 23 de mayo de 2014

Si me aman, cumplirán mis Mandamientos

Juan López Vergara


El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia dispone en la Mesa de la Eucaristía, nos motiva a celebrar la Victoria de Cristo Resucitado con la mirada puesta en el Misterio de su Pascua, que nos impulsa a transformar nuestras vidas por medio del envío del ‘otro Paráclito’, que nos llevará a dar testimonio con nuestras obras (Jn 14, 15-21).


LA PROMESA DEL PARÁCLITO

Las palabras de Jesús son parte de su testamento espiritual, en el que expresa que el amor de los suyos se manifiesta en el cumplimiento de sus Mandatos: “Si me aman, cumplirán mis Mandamientos” (v. 15).

Jesús hace el primer anuncio del Paráclito: “Yo le rogaré al Padre y les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” (v. 16). El Evangelio según San Juan es el único que llama ‘Paráclito’ al Espíritu. El significado del término es amplísimo: ‘ayudante’, ‘sustentador’, ‘protector’, ‘abogado’, ‘animador’, ‘iluminador’.

En el primer anuncio, el Paráclito es presentado como ‘otro Jesús’; de ahí que el Paráclito será el encargado de recordar la enseñanza de Cristo (compárese v. 17 y v. 26). Por lo tanto, no hay ruptura, sino continuidad entre ellos: “No los dejaré desamparados, -literalmente: ‘No los dejaré huérfanos’-, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque Yo permanezco vivo y ustedes también vivirán” (vv. 18-19).


EN COMUNIÓN DE VIDA CON JESÚS

El Evangelista nos orienta hacia el Misterio personal del Hijo y su comunión única con su Padre, que se desvelará únicamente después de su Pascua: “En aquel día entenderán que Yo estoy en mi Padre, ustedes en Mí y Yo en ustedes” (v. 20). Esta afirmación expresa que las relaciones entre Jesús y sus discípulos son en cierto modo análogas a las que le unen con el Padre, como vemos en el Discurso de la Sinagoga de Cafarnaún: “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado, y Yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por Mí” (Jn 6, 57).


JESÚS RECLAMA LO QUE LA TRADICIÓN EXIGE PARA DIOS

Con honda gratitud, a partir de nuestra Fe en el Misterio Pascual, tenemos la confianza de que Jesús ahora está glorificado, y nuestra relación con Él radica en una comunión de vida testificada con obras. En el Cuarto Evangelio, Jesús, al igual que el Padre, afirma su derecho a ser amado y obedecido: “El que acepta mis Mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a Mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él” (v. 21). Este verso forma una inclusión con el versículo 15.

Para aquilatar el alcance de semejante declaración, debemos constatar que en el Antiguo Testamento encontramos una extraordinaria similitud cuando habla de la Alianza entre Yavhé y su Pueblo (véase Dt 6, 5-6; 7, 9; más aún, compárese con Mt 7, 21). Jesús, por tanto, reclama para Sí lo que la tradición bíblica exige para Dios.


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