Observatorio de la Pastoral Social Diocesana
En la Historia de la Humanidad hay vicios y enfermedades sociales que desde siempre han existido y que persisten en la actualidad. Me refiero, básicamente, a la pobreza en todos sus sentidos, a la corrupción y a la violencia ejercida en todos los estratos sociales, desde la pareja y la familia, hasta las guerras entre los países, debido, sobre todo, al compromiso tan endeble de aquellos líderes que, teniendo la responsabilidad de conducir los destinos de todas las naciones, a la hora de demostrar sus habilidades para cumplir sus deberes, terminan por caer en la confusión, en su ambigüedad de lenguaje, en la subestimación de la capacidad ciudadana para trabajar con ellos en la solución de sus necesidades y expectativas, y acaban alejándose de la gente, y sólo apareciéndose en la esfera pública en tiempos de campaña, generando frustración y desaliento en quienes, confiados, encargan sus destinos en sus manos.
UNA PELÍCULA REPETIDA
La historia mexicana está llena de ejemplos de sueños y esperanzas frustradas, desde tiempos de la Independencia, ya que, tras las sangrientas y desiguales luchas, al vernos liberados del yugo español, se despertó un gran sueño de libertad y justicia, el cual, al paso de los años y después de una relativa y corta prosperidad, debido a la ambición de unos cuantos, éstos regresaron al pueblo mexicano a las etapas de esclavitud vividas durante la ocupación extranjera, y los hacendados y políticos porfiristas generaron una nueva época de violencia y deseos de liberación, inspirada por líderes sociales que buscaban otro orden social y económico; pero, sobre todo, un trato más digno, justo y humano para todos los habitantes de la Nación.
Nuevamente, con el transcurso de las Reformas y Leyes implementadas como concreción de los sueños de nuestros próceres de la Revolución Mexicana, se vivió un renacer de las ilusiones de igualdad y prosperidad para todos, de igualdad y de justicia como requisitos para el éxito y desarrollo nacional.
Y luego, ya en la época contemporánea, y con el paso de los diferentes Gobiernos del orden federal, estatal y municipal, se fueron configurando estrategias al parecer benéficas para todo ciudadano; es decir, la instauración de un orden jurídico que garantizara que cada quien, y en la medida de su esfuerzo, pudiese alcanzar sus metas y la felicidad, tanto en lo individual como en lo colectivo. Todavía a principios de los años noventa del siglo pasado, el Gobierno Federal, siguiendo los dictados de organismos internacionales que supuestamente tenían la receta para un mejor y más rápido desarrollo social y económico, nos comprometieron en la implementación del famoso TLC, despertando enorme interés para las inversiones tecnológicas y económicas de los grandes capitales mundiales.
Sin embargo, y nuevamente repitiendo el ciclo, nos encontramos con un crecimiento muy mediocre de la Economía, que anda por el 1.5% del PIB, mientras otras naciones, como China por ejemplo, alcanzan el 8%. Así, México se convirtió en el único país de América Latina en donde ha crecido la pobreza, afectando particularmente a niños y adolescentes que son nuestro futuro, y el número de habitantes que vive por debajo de la línea mínima de bienestar subió a 60.6 millones de personas, un millón más que en 2010, según reveló la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal). Uno de cada dos mexicanos, o 51 de cada cien, se encuentran actualmente en condiciones de no acceso a satisfactores esenciales que garanticen su nivel mínimo de bienestar, situación que hasta pareciera que a algunos políticos les interesara seguir manteniendo, debido al valor electoral que tiene, y por las prácticas vulgares de cooptación que en ellas se invierten cíclicamente.
PARA ILUMINAR EL SENDERO
Por lo demás, la desigualdad sigue intocada, el crimen organizado ya controla varios territorios del país. Con la violencia expandida, las adicciones van en aumento y la corrupción sigue campeando como una práctica social considerada casi como normal.
Ante este desolador panorama, y ante la ausencia de valores y de líderes sociales que encarnen soluciones verdaderas, se propone como notable referente orientador la Exhortación Apostólica EVANGELII GAUDIUM en sus Numerales del 217 al 237, relativos al proceso que se debe desarrollar para la construcción del bien común, la paz social, la justicia y la fraternidad. El Papa Francisco, de manera sabia y magistral, diagnostica los problemas por los que pasan las relaciones entre autoridades y ciudadanos, entre líderes sociales y personas que buscan ‘la tierra prometida’ en dónde sentar cabeza. Asimismo, ofrece cuatro principios que pretenden resolver otras tantas bipolaridades entre los protagonistas mencionados.
1º Principio- EL TIEMPO ES SUPERIOR AL ESPACIO. La bipolaridad a resolver es la de la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se pone por delante. La plenitud está referida al tiempo, que es el horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por los resultados inmediatos; trabajar en lo verdaderamente importante, pues uno de los pecados de la actividad sociopolítica es el privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento. Nada de ansiedad, y mucho de convicción y tenacidad.
2º Principio- LA UNIDAD ES SUPERIOR AL CONFLICTO. La bipolaridad a resolver aquí es la del conflicto contra el de la unidad de la realidad social. Cuando nos detenemos en el conflicto perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad; por eso, en lugar de ignorarlo hay que asumirlo, resolverlo y transformarlo en un eslabón de progreso, y así desarrollar comunión en las diferencias.
3er. Principio- LA REALIDAD ES SUPERIOR A LA IDEA. La realidad es; la idea se elabora. Entre las dos debe haber un diálogo constante y evitar su separación. Las dos entidades, desconectadas, generan ineficacias que no convocan. Lo que convoca es la realidad, iluminada por el razonamiento. Este criterio nos impulsa a poner en práctica la Palabra, a realizar obras de justicia y caridad en las que esa Palabra sea fecunda. No llevar a la realidad la Palabra, es edificar sobre arena.
4º Principio- EL TODO ES SUPERIOR A LA PARTE, Y MÁS QUE LA SUMA DE LAS PARTES. Hay que poner atención a lo global, sin caer en la mezquindad cotidiana. No perder de vista lo local que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Es trabajar en lo pequeño, pero con una perspectiva amplia. El Evangelio tiene un criterio de totalidad, por lo que debe ser anunciado a todos hasta fecundar y sanar todas las dimensiones del hombre… Hasta integrar a todos a la Mesa del Reino de Dios.
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