Hola, Lupita:
No sabes cómo me siento. Desesperada. Ya no sé qué hacer, pues mi marido no me ayuda, tenemos formas de pensar muy distintas y siempre hay muchos desacuerdos; la relación se ha enfriado y nos hemos alejado mucho uno del otro. Necesitamos reencontrarnos como pareja y sacar adelante nuestro matrimonio, pero él es demasiado orgulloso y soberbio para aceptar sus defectos. ¿Qué hago? Por favor, ¡ayúdame!
Delia G.
Querida Delia:
Las relaciones humanas son complejas, y los matrimonios enfrentan diferentes crisis a lo largo del tiempo. La vida es un reto constante que te invita a convertirte en la mejor versión de ti misma.
Es fantasioso pensar que nos casamos con una persona ideal, que pensará siempre igual que nosotros y con la que no habrá sino sólo acuerdos y armonía. La vida real es lucha, y a la vez puede experimentarse la satisfacción de llegar a la meta tras el deber cumplido.
Para reconstruir sobre lo que parece haber sido destruido, me motiva el pasaje evangélico en donde Jesucristo dice que todo el que va tras Él, escucha sus palabras y las pone en práctica, lo cual se asemeja a un hombre que, al edificar su casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Vino una inundación, y no pudo destruirla por estar bien cimentada. Pero aquél que lo ha escuchado y no pone en práctica sus palabras, es como el que edifica sobre arena y sin cimientos, y al instante la casa se desploma frente a la adversidad (Lc.6, 43-49).
Detente y medita: ¿He fundado mi hogar sobre la roca sólida que es Jesucristo? ¿Esa soberbia y orgullo que veo en mi cónyuge, la tengo acaso yo también?
Si el matrimonio está cayendo es porque no pusiste los cimientos adecuados. ¡Es momento de ponerlos! Pero debemos notar que la Palabra habla de “cavar profundo”, y para hacerlo se requiere agacharse y sacar tierra… Esto es humildad: capacidad para reconocer que nosotros mismos tenemos mucho en qué mejorar. Debemos dejar de poner el acento en todas las cosas que debe hacer el otro y empezar a actuar bajo la mirada de Dios.
Te propongo iniciar un camino de reconstrucción en tres pasos (como lo sugiere una excelente Página Católica: http://ift.tt/1nABCQM):
1.- Jesús y yo. Busca a Jesucristo, haz su Voluntad, y todo lo demás se te dará por añadidura. Esto es lo que importa ahora. Míralo, escúchalo, conócelo y tendrás que amarlo.
2.- Jesús y tu cónyuge. Deja de juzgar a tu cónyuge, compréndelo, perdónalo. Para conseguirlo, deberás orar por él, interceder por él (ella).
3.- Jesús con nosotros. Vive el milagro de la reconciliación y pide a Dios los medios que te permitan perdonar y olvidar para empezar de nuevo, de cero, sin cargar un pasado lleno de resentimientos.
Recuerdo numerosos casos en los que este camino ha reportado éxitos.
En cierta ocasión, un hombre me llamó para agradecer porque le había motivado a orar sin descanso por ella. Él no veía avance alguno y ya habían realizado dos firmas, de las tres necesarias para el divorcio; mas un día antes de la tercera y última, ella le llamó y lo invitó a cenar. Él aceptó, desconcertado, pues todas las señales de ella indicaban que ya estaba todo perdido; sin embargo, él continuó orando, confiando. Se vieron para cenar… La tercera firma nunca llegó; aquella noche ¡ella quiso la reconciliación!
Así actúa el Señor; nosotros confiamos, hacemos su Voluntad, y Él se encarga.
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