jueves, 31 de julio de 2014

EDITORIAL

Obras son amores: el Obispo Alcalde


Guadalajara también tiene su centro en Belén. Un centro emocional por el dolor que recuerdan todas sus paredes; un centro que es testigo, guardando y escribiendo historias perennes: los anales del ejercicio de la caridad. Y el Hospital de Belén ha tenido su centro en el octágono central, por años, desde que ahí se celebró por primera vez la Eucaristía para consuelo de todos los enfermos y de quienes los atendían. Han transcurrido siglos de resistir y asistir “a la Humanidad Doliente”; centurias de albergar a familias sacadas del arroyo de la pobreza, en las “casitas” en torno al Santuario, edificadas también por el magnánimo Prelado.

Estos dichos han salido de los hechos ininterrumpidos en pro de los beneficiarios: el Hospital de Belén ha sido el pionero en acercarse con amor a los que más sufren. Un lugar en donde siempre ha habido una mano tendida para el que sufre. Un Panteón para, llegado el último momento, gozar de la cristiana sepultura. Espacios históricos plenos de ternura, pensados para quienes no acababan por aliviarse de su dolor de ser pobres.

Belén: un claustro hermoso, centenario, sostenido por columnas firmes, de canteras ancestrales y corredores en construcción que una vez vieron deambular al infatigable “Fraile de la Calavera”, y por donde seguirían caminando, para continuar su obra, los peones de tiempo libre, los asalariados de todo tipo, los pequeños constructores y los grandes arquitectos de la salud. Curar sigue siendo la tarea de esta Institución, heredada del Obispo Fray Antonio Alcalde y Barriga, y hoy con Universidad e Investigación terapéutica a su servicio. Manos expertas y bitácoras de la Medicina que van construyendo nuevas esperanzas.

Pero, ahí también, abnegadas Monjas y creyentes, grupos altruistas del Siglo XX y de este incipiente Siglo XXI, que han continuado dando forma a la admirable Pastoral de la Salud instituida por Alcalde. Son ya casi tres y medio siglos, 243 años puestos al servicio de la Esperanza, con una Fe inquebrantable para que la Caridad no disminuya. Cuidando que el amor a la vida no se diluya en el trueque o en el favoritismo que dan los recursos materiales.

Belén: para algunos, es una calle; para otros, una construcción inmensa o un Jardín Botánico, de días hermosos otrora de orgullo para la ciudad; un barrio en cuyas inmediaciones incluso se han sacrificado Mártires. Pero en todo el mundo la Palabra Belén recuerda el nacimiento de un anhelo lleno de amor y ternura.

¿Quién ha sido para la Historia este Fraile que llegó aquí casi anciano como Obispo a esta región episcopal de Occidente cuyas dilatadas fronteras llegaron hasta el Estado de Texas? Si atendemos a la frase bíblica salida de labios de Jesús: “…Por sus frutos los conoceréis”, nada habría qué añadir a la biografía de Fray Antonio, aunque al examinar con lupa su inmensa obra en favor de los pobres y de los que sufren, a quienes solamente les queda como su último recurso la confianza en Dios, nos recuerda la Historia que, sobre todo, fue un verdadero hombre creyente…

Para muchos historiadores, este Religioso Predicador fue un Obispo fuera de serie, de inteligencia privilegiada, a quien nada detuvo para organizar con talento todo aquello que se proponía; hombre bondadoso y de inquebrantable voluntad. Dicen que la miseria del pueblo es madre de todas las enfermedades, y él, al fundar este Hospital, habría de recordarnos permanentemente lo que hoy es una consigna: “La Salud del Pueblo es la Suprema Ley”.

Y, pese a que murió sin ver concluida su abundante obra benéfica (incluida la Universidad), su pródiga herencia permanece desde 1794, en que fue abierto uno de los legados más relevantes: el nosocomio que hoy es símbolo a nivel nacional en la atención a los más urgidos y necesitados, con ciencia, tecnología médica de punta, y un gran profundo sentido del humanismo y la caridad.


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