José de Jesús Parada Tovar
Todos los Títulos que adornan y enaltecen a la Santísima Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de la Expectación o de Zapopan, tienen sentido y revisten un significado que se justificó antaño y que readquiere actualidad.
Como “Pacificadora”, trajo sosiego y bonanza después de la bizarra rebelión de los indígenas contra los colonizadores españoles; atributo que después le sería refrendado ya como “Generala” de unas tropas insurgentes que dieron paso aquí a la Independencia sin derramamiento de sangre.
Como “Patrona contra Rayos, Epidemias y Tempestades” ha sido eficaz Protectora y Medianera, al grado de que también se le llamó “Taumaturga” por tantos favores y aun milagros, implorados en muy diversos órdenes y circunstancias. Baste recordar su poderosa intercesión para evitar la desecación de la mayor laguna del país.
Como “Evangelizadora” se le reconoce desde que, en manos de Fray Antonio de Segovia, allanó y endulzó la tarea cristianizadora de los primeros Mensajeros, quienes imprimieron nueva expresión, nuevos métodos y renovado ardor a su encomienda. Hoy, como “Patrona de la Arquidiócesis”, sigue siendo la Estrella y Modelo de la Nueva Evangelización, que apremia entre nosotros.
Y si como “Reina de Jalisco” se creía que su realeza abarcaba toda esta geografía, faltaba ceñirle otra Corona especial y adjudicarle el más bello Trofeo de nuestro suelo: el Lago de Chapala, que hace cinco años le fue formalmente rendido a su Soberanía.
Por eso, este Segundo Domingo de Julio se le tributan allá vasallaje y honores, y se le pide siga velando por la vitalidad del vaso lacustre; espléndido regalo de Dios en su Providencia.
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