Gabriel Herrán Galaviz
Este viejo refrán, dicho en forma exclamativa, expresa dos imposibles que suenan como suspirantes anhelos: La juventud no sabe y la vejez no puede.
Y pudiéramos pensar que tiene mucha razón, pues a la juventud le falta la experiencia del viejo y a la vejez le falta la fuerza y el impulso del joven para hacer algo que, efectivamente, suena a imposible. Sin embargo, si reflexionamos un poco más allá de las limitaciones físicas o de conocimiento, podemos encontrar un lugar y unas condiciones donde esto, que aparentemente suena imposible, se hace posible. Ese lugar es la familia.
En un hogar donde se promueve un buen nivel de comunicación y cuyo objetivo o meta están bien trazados con un fin común que es el bienestar de todos sus miembros, puede aprovecharse la experiencia de los grandes y la fuerza de los jóvenes. Es decir, si se deja de ver la familia como un grupo de varios seres humanos separados y diferentes entre sí, o caso contrario, si se observa como lo que es en realidad: una unidad nuclear de seres humanos, será en esa unidad donde este viejo refrán se anule y se haga factible lo irrealizable. Y si a esta familia le sumamos el valor y la experiencia de los abuelos, de los tíos, etc., más unificada, poderosa e invencible será.
Será como un equipo donde cada miembro aportará sus talentos y sus capacidades para lograr el objetivo común. Los jóvenes pondrán en juego su fortaleza, su fuerza, su ánimo, su entusiasmo, y los mayores aportarán su experiencia, sus conocimientos, su prudencia, su sensatez y su capacidad de discernimiento. Entonces sí podría cambiarse el viejo refrán por una afirmación total: ¡La juventud sabe y la vejez puede!
Cuestión de enfoques y de ajustes
Por esta razón, es necesario que jóvenes y adultos estemos cada vez más preparados y educados para definir, aceptar y, sobre todo, para ejercer los roles que a cada cual nos corresponden dentro del grupo familiar, pues a cada uno nos toca jugar un papel importante e insustituible: el papá tendrá que aprender a ser padre y esposo; la mamá, a ser esposa y madre, y los hijos a ser hijos, como bien lo señala San Pablo en su V Carta a los Efesios:
5: 33 En cuanto a ustedes, cada uno ame a su esposa como a sí mismo; y la mujer, a su vez, respete a su marido.
6:1 Hijos, obedezcan a sus padres, pues esto es un deber: Honra a tu padre y a tu madre
Todo tiene un orden natural y divino, y en ese orden la vida de las familias, y de la Sociedad en general, deberá ser siempre de paz y armonía entre todos.
Una herramienta a la mano
El Movimiento de Cruzadas Matrimoniales nació hace siete años con el carisma de trabajar en lo más frágil de la vida familiar, que es el matrimonio. No obstante, al transcurrir de los años y de acompañar a miles de matrimonios en Guadalajara y fuera de ella, nos hemos dado cuenta de que trabajar sólo con la pareja era tratar de sanar y ayudar únicamente una parte del cuerpo, ignorando y dejando a un lado la otra parte, que también resulta importante y trascendente: los hijos. Y es que la familia es un sistema, es una unidad; cuando se mueve uno se mueven todos. Por eso en un hogar, cuando uno de sus miembros está enfermo, toda la familia sufre; y de igual manera, cuando alguien goza de salud y bienestar, contagia a los demás de esa felicidad.
No dejemos pasar esta oportunidad de trabajar juntos en familia en estas dos Cruzadas que celebraremos próximamente: el viernes 1º de agosto, de las 15 a las 20 horas, se llevará a cabo la Tercera Cruzada Juvenil, y el sábado 2 de agosto, la Séptima Cruzada Matrimonial, de las 8.30 a las 20 horas, para concluir, todos juntos (jóvenes y padres de familia) el domingo 3, de las 8:30 a las 14 horas en una Cruzada Familiar. Todo en el Auditorio Benito Juárez.
Ésta es una fiesta para las familias. Toda la información podrá encontrarse en la Página:
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