jueves, 24 de julio de 2014

De La Trinidad a nuestra convivencia cristiana

Amigos, amigas:


Quiero recordar de modo especial el Misterio de Dios, que para nuestra Fe es el de un único Dios integrado por Tres Personas Divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tanto amó Dios al mundo, que nos entregó a su único Hijo, no para condenarnos, sino para salvarnos. Con esto, nos damos cuenta de que Dios es un Ser de Amor.

Por eso es muy importante que recordemos a Dios, puesto que lo invoquemos, lo tengamos presente, lo desconozcamos o lo hagamos a un lado o no, en nuestra vida, en todo momento y en toda circunstancia, Dios no dejará de abrazarnos en su infinito Amor

Y ¿cómo sabemos esto?, pues por su Hijo Jesucristo, quien entregó su vida por nosotros. Nadie tiene amor más grande que aquél que da la vida por sus amigos. Cristo Nuestro Señor dio su vida, y muriendo por nosotros, nos mereció el regalo más grande: Dios Espíritu Santo.

Así es como nos damos cuenta, por así decirlo, de cómo es la vida de Dios entre las Tres Divinas Personas. Es una expresión, participación y comunicación de su infinito Amor; es lo que Dios es en sí, comunicación, familia de amor, vida en el amor, y eso que se da en el Cielo, quiere verlo Dios reflejado en la Tie-rra, cumpliendo nosotros, como sus creaturas, el Mandato esencial del Amor.

Cuando, por ejemplo, nos reconocemos, nos aceptamos y ayudamos unos a otros en nuestras necesidades; cuando vivimos en armonía y en paz como una verdadera familia, se refleja lo que se vive en el Cielo.

Por tanto, el Misterio de Dios no es para que nos quebremos la cabeza preguntándonos: ¿Cómo es posible que Tres Personas distintas una de la otra sean una misma sustancia, un mismo Dios?, sino para que entendamos que no es un ser aislado, sino una comunidad de Personas distintas, que son una sola Familia y que viven en el Amor.

Todos los días, cuando nos despertamos o vamos a dormir, ¿qué decimos?: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Lo mismo hace el Sacerdote cuando comienza el Santo Sacrificio de la Misa. Toda nuestra vida como creyentes está, pues, marcada por el Amor y Unidad de estas Tres Divinas Personas, de lo cual participamos.

Por tanto, al haber sido creados a imagen y semejanza de Dios Trino y Uno, debemos hacer a un lado toda actitud egoísta, individualista y cerrada con nosotros mismos; abrirnos a todas las personas aunque sean distintas a nosotros y piensen diferente; abrirnos a los demás como Dios se abre entre Sí en las Tres Divinas Personas, se abre a nosotros y a toda su Creación. Tenemos que vivir, en suma, reconociendo nuestras diferencias, pero buscando la armonía, la fraternidad, la unidad y la preocupación de los unos por los otros.


Yo les bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.


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