jueves, 24 de julio de 2014

Heridas causadas por abusos en la infancia

Querida Lupita:


Estoy destrozada; me siento impotente y derrotada…Mi hija tiene el terrible recuerdo de abusos que sufrió entre los cuatro y los seis años. Ahora tiene 16 y acaba de contármelo. No puedo más. Yo misma viví una situación así en mi infancia. ¿Es que esto no va a detenerse? ¿Qué hay en la cabeza de un familiar que realiza estas bajas acciones? ¿Por qué un niño? ¿Por qué?

Ella está dañada emocionalmente, tanto o más que yo. ¿Cómo ayudar cuando yo necesito ayuda?

No puedo parar de llorar…


Patricia C.


maltrato adentro22


Querida hermana Paty:

Lloro contigo…Y también lo hace Cristo. Él ha estado a tu lado sosteniéndote y vuelve a hacerlo ahora, aunque no puedas sentirlo. Dios nos ha hecho para amar, y nosotros elegimos insubordinarnos. Algunos, conociendo el designio divino, se lo saltan y sólo quieren “pasarla bien, sentir placer, fluir”. Atender al llamado de nuestro Creador resulta difícil, requiere esfuerzo, autodominio, virtud. La Sociedad hedonista reinante expresa de todas las formas que no es posible para el hombre el auto-control y queda esclavizado a sus pasiones. ¡Mentira!

Nuestra naturaleza es concupiscente como consecuencia del pecado original; sin embargo, tenemos, asimismo, madera de santos, ansia de eternidad, capacidad heroica para vencernos a nosotros por el bien de los demás.

Cuando traicionamos nuestros altos anhelos, nos animalizamos. Y he aquí las dolorosas consecuencias. Nadie puede decir que un abuso es inocuo, que es sólo una forma más de obtener placer. El que abusa vive la lujuria, desorden del apetito sexual. Su antídoto es y será siempre la castidad como virtud: autodominio al servicio del amor.

Por no corresponder a nuestra naturaleza, el abuso a menores lastima lo más profundo del ser. Hiere emocionalmente, al grado de casi anular las relaciones humanas saludables de quienes han sido así dañados.

Nuestros niños deben ser protegidos; su pureza e inocencia deben conservarse intocables, y ello sólo puede lograrse poniendo el sentido común al frente de toda Familia y Sociedad.

Existe únicamente un camino para detener este Mal que lastima a tantos pequeños: ¡Educar en la pureza! Creer que es posible para la Humanidad el practicar todas las virtudes propias de nuestra naturaleza, tan superior a la naturaleza animal. Se hace necesario transformar los contenidos en torno a esta verdad, tanto en los Medios de Comunicación como en las Universidades y en el ámbito de la Justicia.

Y para quienes ya han pasado este amargo trago, quiero alentar su Esperanza. Tenemos un Dios Poderoso que sabe, puede y quiere sanar las más terribles heridas. Acercarse a esta fuente de salud y felicidad es imperante: la Fe. Acudir también a una ayuda profesional a nivel psicológico, puede aportar mucho en nuestro propio beneficio. Hemos de convencernos de que somos mucho más que nuestras malas experiencias, ¡valemos la sangre de Cristo! Aquello que pasó no podemos modificarlo, pero sí vivir en el presente poniendo nuestra mejor actitud para cambiar radicalmente nuestro futuro. Que nadie sufra lo que te tocó enfrentar a ti.

Acabemos con la visión reduccionista del hombre que lo está haciendo víctima de tantos atropellos. Anunciemos, con fuego en el corazón, que hemos sido creados para amar; llevemos el Anuncio de Jesucristo que nos invita a vivir nuestra sexualidad en plenitud, en ese marco perfecto que es el matrimonio. Suena anticuado, pero la realidad actual nos grita que fuera de ahí sólo hay desorden, dolor, desolación, injusticia y desconsuelo.


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