Texto y Foto: Pbro. Alberto Ávila Rodríguez
Hay un Creador. La mente y el corazón primigenios del Universo, el origen de toda vida, el que da la estética a las cosas y su permanencia o fugacidad; el Organizador de la existencia, que da la fortuna de ser para, o venir de. El que es umbral y devenir del Cosmos, bello de por sí.
Es al que algunos le nombramos Dios, por bautizarlo de alguna forma, y que ha pensado que todo tiene un lugar, un acomodo, una manera de empezar y otra de terminar; una forma de comenzar, de lucir un poco y luego retirarse.
Estas flores, por ejemplo, ¿en qué molde fueron cuajadas? ¿Cuál es su pretensión para existir? ¿Alguien les dio esta formación para colgarse unas de otras? Ahí están, aparecen con la Primavera y descansan un Invierno prolongado.
Y sólo tienen una razón para existir, a su modo: agradar a quienes tienen la capacidad de contemplar; hacer sonreír a quienes pueden admirar; hacer decir una plegaria alguna vez para Aquél que llamamos Creador de todas las cosas.
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