jueves, 17 de septiembre de 2015

Sin proclamaciones de luciérnaga, comenzó ahí, y sucedió de nuevo

Generación 1965 del Seminario de Guadalajara

Los encuentros de personas, fortalecen las raíces, al mismo tiempo que recrean nuevas perspectivas hacia el futuro.

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Blas Nuño Barbosa

Un grupo de adolescentes, algunos jóvenes y un montón de casi chiquillos salidos de la primaria, un día sintieron un llamado para buscar los pentagramas de su vida propia. Los atrajo música de distintos géneros y buscaron dar respuestas a sus ansias.
El último día de agosto de 1965 en la casona marcada con el número 511 de la calle Belisario Domínguez, cientos de familias se amontonaron, traían a un muchacho de su casa para iniciar una etapa de la vida del Seminario. Al tiempo, estos días últimos de agosto, a 50 años de distancia se han vuelto a juntar familias diversas pero recordando el mismo suceso. Dios siempre llama, pero nos hace recorrer veredas y rutas distintas. Alumnos de aquellos días del Seminario dan gracias por ese don de la búsqueda; de ese grupo salió casi una veintena de sacerdotes diseminados en distintas diócesis. Hoy han coincidido plegarias para mirar con gratitud el pasado y arreciar con firmeza lo que queda del porvenir.

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Una grata convivencia
El relámpago de la Fe, encendió nuestra jornada. Con ella conmemoramos que, hace 50 años, el Espíritu Santo aprovechó el alboroto de la época para convocar a varios bautizados. Por eso ingresamos al Seminario de Guadalajara, en San Martín.
En esa parroquia, el pasado sábado 29 de agosto, recibimos el saludo trinitario del presidente de la asamblea, Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo Emérito de Guadalajara. Lo acompañó, en la ceremonia, el Obispo Emérito de Tuxtla Gutiérrez y de Acapulco, don Felipe Aguirre Franco que, según Don Juan, fue el responsable de promover el filtro aplicado a los Aspirantes. También concelebró con el Obispo de Aguascalientes, Don José María de la Torre Martín.
Fruto de la camada de aquella chiquillería, hoy la cosecha incluye a los compañeros Consagrados, así como al robusto grupo de ex Seminaristas- Laicos comprometidos con diversas intenciones y el aroma solemne de la Celebración Litúrgica por excelencia.

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La Eucaristía encendió varias luces
Por un lado, la narración del Evangelio de Marcos proclamó que Juan el Bautista no se amparó en conductas quebradizas ante las injusticias y abusos de poder, ejercido entonces por Herodes. Y Don Juan abundó en su homilía sobre el cuidado con las promesas imprudentes para satisfacer caprichos, rematando con una de las grandes Audacias San Pablo: “El que no trabaje, que no coma”.
Se habló de la huella impresa en los protagonistas, por la estancia en el Seminario. Entre otras cosas, piedad, estudio y disciplina; la devoción Mariana, el descubrimiento de la verdadera vocación, los lazos de amistad y solidaridad, que hoy son ordinarios en nuestra generación, y que ninguna estampida de ningún torbellino ha logrado borrar la estampa de nuestro compromiso de hermanos, sin negar las dificultades que, con frecuencia, nos alcanzan. Apareció entonces la embestida musical, que siempre alegra nuestros encuentros.
Y hoy, permitió alabanzas del paladar a la propuesta culinaria que ‘la Burbuja’ ofreció, sobre todo de los ventripotentes; generando, además, el intercambio de saludos y experiencias de éxito, sin faltar los comentarios del deterioro de la salud, que tanto el tiempo como el descuido nos reportan. Y el orgullo de los abuelos tampoco se hizo esperar.
El ensueño continuará cultivando los talentos y las emociones de los encuentros mensuales familiares, a través de los diversos medios electrónicos de comunicación. En la oración continua, retomando el eco de la palabra de Jesús: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, ahí estaré yo… velen y oren, porque no saben ni el día, ni la hora”.

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